Santa Marta DTCH

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miércoles, 29 de julio de 2015

La cultura del samario


En general, la cultura, misma que juega con notoria y notable relevancia en todos los aspectos de la vida de las personas, es ese cultivo que procura un mejor estar individual y colectivo mediante normas, mantenimiento, rescate y fomento de tradiciones, valores, costumbres, actividades y comportamientos adecuados mediante la educación.

Es término que hoy por hoy se encuentra ampliamente extendido a otras áreas, tales como las organizaciones, sociología, antropología, administración, entre otras disciplinas.

La Unesco, sabiamente, agrega las artes y las letras, modos de vida y derechos fundamentales del ser humano, en el entendido que la cultura, a fin de cuentas se encuentra en todos los aspectos de la vida, lo que deja claro en las vertientes de los conocimientos, creencias y conductas de un grupo social; y, la de la denominada alta cultura, que es el gusto por las bellas artes y las humanidades, toca uno y más talantes, supuestamente disímiles, pero relacionados con el comportamiento de los individuos en una sociedad y normas que la rigen.

Culturalmente el samario entraña un modo de pensar, hacer y actuar distinto, con una filosofía de vida y de la vida diferentes, producto de una connotación ancestral y adquirida como resultado de procesos de índole diversa que terminan representados en su ser cultural y que trasciende a una comunidad que la vive y la siente.

El samario es alegre. Persona de humor. Espontáneo. Repentista. Un tanto despreocupado. Amigable. Maneja el concepto de la vida como un buen discurrir que se debe y hay que disfrutar, y que sus pesadumbres, intranquilidades e impaciencia han de pasar mejor si se ven y manejan de manera diferente, con otras ópticas y desde diversas aristas.

Ser samario en contexto de cultura y ello lo observé siempre en mis mayores, no se ajusta a limitarse a su entorno, ya que su aspiración, siempre latente, tiene que ver en mucho con trascender y representar vivamente la propia condición y particularidad, como se demuestra con toda una pléyade de hombres y mujeres que hacen de la cultura samaria su esencia y la dignifican ante los nuestros y ante el mundo.

El ser samario es ese personaje de vida espontánea y de mágico vivir, con un particular modo de actuar y de pensar que se vive en todas sus facetas sociales, pero que mantienen lo cual como una condición que identifica su naturaleza. Nos identificamos por un modo de ser común, que entraña en gran medida lo tolerante y es consciente y consecuente de y con lo diverso.

Marcó Santa Marta otrora, pautas culturales de importancia y significación que no deberían perderse jamás, menos palidecer y nunca borrarse. Se trasegó siempre por las rutas sendérales de la honorabilidad, el respeto, la honradez, el culto por los valores individuales, familiares, sociales, espirituales, la educación, el arte, la gastronomía y las tradiciones, talentes que deben actuar como talanquera infranqueable para no dejarnos permear por la cultura del "perrateo" que muchas veces amenaza con asentarse, como asentadas han estado en veces la subcultura del dinero fácil, así como fatuidad, violencia, irrespeto, banalidad, vagancia y todo un catálogo de fenómenos anticulturales y de antivalores que en nada contribuyen a nuestra tradición de ciudad verdaderamente culta e hidalga.

Importa en esto, gobernantes que quieran, entiendan y por favor comprendan que la cultura es un estado superior de vida y que en lo que a ella se destine siempre será inversión. Se ha dicho por centurias que la cultura es costosa, pero la falta de cultura es carísima; y genera, cuando tiene que ver con la falta de cultura ciudadana, desmanes, desorganización, anarquía, caos, iconoclastia, vicios, desafectos, anula el sentido de pertenencia y aparta a las gentes de conceptos fundamentales en las más de las manifestaciones. De allí, como afirman otros, que si la inversión en cultura desaparece, se ausenta el respeto por y para todo y por todos.

Este especial particular de la cultura ciudadana, se concibe como el conjunto de valores y actitudes, comportamientos y las reglas mínimas de cómo convivir en sociedad. Ello la clave para una buena convivencia que conduce al respeto y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos de todos, nos refirió de manera magistral, en consulta que hiciera a un grupo significativo de samarios, que la percepción es lamentable, que el samario tiene poca cultura ciudadana. Que no se sabe si es por falta de pertenencia con la tierra que los vio nacer, por falta de incentivos a querer la ciudad, por la ausencia de políticas públicas que lo respalden o simplemente porque estamos ante una sociedad indolente, indiferente, que poco o nada le interesa el entorno donde vive.

No de otra manera se podrían interpretar las conductas que a diario comete el ciudadano común y corriente. Aquel que lanza desde su vehículo un vaso plástico, un desperdicio o cualquier objeto solo con el propósito de dejarlo en mitad de la vía; o el ama de casa que prefiere sacar la basura para colocarla sobre el separador antes de esperar el horario del aseo o aquellos que optan por ir a las playas para terminar de contaminarlas. Es decir, el cúmulo de una serie de comportamientos frente a los cuales el samario tiene que reflexionar.

Consigna es darnos al cuidado, en el propósito mismo y cierto de procurar seguir siendo una ciudad culta y distinguida, potenciar los esfuerzos que fueren para sostener lo existente y multiplicarnos culturalmente para que en mayor y superior medida se articulen en esta área de la vida y se aumente la oferta cultural, nunca fenezca nuestra historia, no se asome para quedarse la incultura en ninguna de sus apariencias, lo que no es conveniente ni habla bien de una sociedad como la nuestra, más cuando es sabido que en las consonancias y compatibilidades culturales se acrisola y forma el sentido de pertenencia de los grupos, se amalgama lo que es común a todos, se aquilata lo propio y se le protege de lo exteriormente dañoso.

Es afianzar todo lo que culturalmente nos determina y coadyuva para que no permitamos desdibujarnos por externalidades ni imposiciones que nada tienen que ver con nuestra razón de ser ni de existir. Importa en alto grado, aumentar, fomentar, auspiciar, robustecer, extender la oferta cultural. Entender que la cultura y lo culto traducen percepciones y trascendencias, por lo que el apoyo organizado de la cultura desde la primera infancia, o mejor, desde siempre, es definitiva, dado todo cuanto traduce, importa, comporta, representa y significa.

La cultura, hoy más que nunca, debe ser para nosotros esa turbina de cambio que nos haga participes activos en este trasegar y nos ayude a afincarnos como esa sociedad que nunca ha estado de espaldas a ella, sino de su mano y en contexto de pleno entendimiento, para que ser samario sea un honor que cueste.

Nuestro ser y hacer cultural ha sido gestado desde siempre para estar nimbado como cimero y universal. Fue construido paso a paso y siente en ello motivo de sano orgullo, lo cual debe perdurar a través de todos los tiempos, en lo que interesa revivir los espacios culturales con todas sus manifestaciones y propugnar por mantener vivas identidad, símbolos y valores.

Comprender que somos en definitiva una rica combinación de disciplinas y entornos que nos hacen plurales y que bien podemos dejar valiosos aportes, desde lo cultural, servirle mejor a la vida y al trabajo.

A futuro, con el apoyo de empresarios, sociedad civil, profesionales y actores todos que actúan e interactúan en nuestro medio y entornos, toca esforzarnos mayormente por nuestra cultura particular y regional, promoverla, insisto, en cualquier espacio que nos sea posible. Auscultarnos, indagar, viajar, documentar, gestionar, compendiar nuestra riqueza en esa dirección.

Convocar. Formar. Estimular. Promover charlas, conversatorios, conferencias, lecturas, seminarios, cursos, talleres, diplomados, estudios, análisis, cátedras, foros, simposios. Investigar. Escribir. Publicar. Lo que seguirá haciendo de nosotros personas con una profunda formación universal.

Interesa también en este desarrollo, llamar a la reflexión sobre la cultura del samario, comprendida en contexto de una visión integral y de valores que nos permita situarnos como debe ser en nuestras propias características, donde lo autóctono y genuino sean elementos fundamentales y fundantes de sus expresiones mejores y de sus esencialidades superiores.

Es adentrarnos en lo cualitativo, sin que ello determine dejar de lado el quantum, toda vez que ello ayuda a soportar en mejor forma todo cuanto se refiere a la conceptualización. Ahondando un tanto más en la cultura del hombre samario y ratificando conceptos anteriores aquí señalados, bien podemos decir sin temor a equívocos, que el samario posee una idiosincrasia propia debido a su singular condición, característico modo de ser y de actuar; atributos entre otros que lo diferencian de los habitantes de muchas de las demás regiones del país.

Particulares son su forma de hablar y de comportarse en los diferentes escenarios en los que se sitúa, y más, por cuanto contamos con el determinante espacial que es elemento idóneo y propicio para desarrollos distintos en nuestro modo de ser, pensar y decidir, que permiten que lo culto y lo popular, se combinen en fusión enriquecedora, múltiple, vital y en movimiento permanente y continuo que marca dinámicas positivas que ayuda a afincar raíces en su tierra, congratulado de su nacer frente al mar, por lo que nunca rechaza sus orígenes y ancestros, sino que expresa con comprensible orgullo y amor por su lugar de nacimiento desde donde se encuentre; aunque migrar no es precisamente un fuerte que lo caracterice, pero se adapta y vive en armonía, sin renunciar a su identidad, sin abandonar su peculiar manera de ser.

Otros estudios indican respecto del hombre Caribe en general y del samario como individuo, que es en efecto alegre, hospitalario, conversador, ameno, de hondo contenido humano, solidario, producto también de un sincretismo cultural originado en las distintas subculturas provenientes de distintos continentes, que dieron lugar al fenómeno de la transculturización y junto con ella la presencia incuestionable de las diferencias, en lo social, etnias y culturas, que si bien, fueron de suyo impuestas por la hegemonía expansionista europea que en nuestro suelo gobernó no de la mejor manera dejando sombras en los más de los órdenes en las sociedades que nos conforman, no es menos cierto que también nos dejó importantes y significativos aportes, que bien podemos resumir diciendo que comporta importancia todo cuanto trasportaron desde el viejo continente a estas tierras que nos contienen.

Somos los samarios personas en las que se encuentran presentes diferentes tipos humanos, con diferentes culturas y comportamientos que desde la exploración etnográfica arroja entre las muchas características, el reconocimiento de biotipos y fenotipos de características diversas. Tenemos y gozamos de pluralidad de manifestaciones tangibles e intangibles, particulares y características del pensamiento del ser samario, que amasa en singular e híbrida armonía la herencia cultural en las tres razas primigenias que nos hace tri-étnicos; además de lo anterior, un propio estilo de vida con arreglo a sus especiales raíces culturales, donde la diversidad cultural obedece a los procesos sociales, políticos y económicos que desde tiempo atrás se instituyeron y transcendieron la historia, y en infinidad de casos se mantienen con el mismo avasallamiento con el que se iniciaron.

Poseemos una envidiable ubicación geográfica que nos moldea culturalmente y nos ubica para ser receptores de corrientes migratorias que apuran procesos de este tenor que terminan típicamente representados en lo lingüístico y nos permite expresarnos verbalmente diferentes, con gestos y comportamientos de tipo social socio geográfico, étnico, antropológica y culturalmente distintos, toda vez que en nosotros se unen, entrelazan y yuxtaponen en conjunción las más complejas influencias culturales latinas, africanas, anglosajonas y asiáticas, que han dado origen a transculturaciones, generando como en efecto somos, un elemento identitario específico, no obstante que la diversidad de culturas que conforman nuestro universo cultural tengan que ver coetáneamente con nuestra identidad.

Comprendernos culturalmente supone, captar el carácter normal del samario sin que tengamos que reducir nuestra particularidad. Geográficamente somos privilegiados. Biológicamente somos biodiversos. Culturalmente somos estudio, análisis, explicación, entendimiento y comprensión de hechos culturales que corresponden a un contexto determinado de la sociedad.

Sea válidos para estos generales apuntamientos y para tener en exacta cuenta, señalar algunos apartes del documento sobre el Observatorio del Caribe Colombiano: Liderazgo en la definición de las Políticas Culturales Territoriales. Ariel Castillo Mier, abril de 2010, así: Lo interesante en este desarrollo (refiriéndose al Observatorio) ha sido el papel conferido a la cultura, entendida como formación del hombre que crea y une la comunidad haciéndole asumir una serie de valores comunes.

El Observatorio es un organismo que no limita su gestión a los esquemas tradicionales de los centros de estudios regionales, dedicados con exclusividad a la economía. Definido como centro del pensamiento y del conocimiento sobre la realidad regional, orientado al análisis de la misma con el objeto de aportar criterios altamente técnicos y opiniones fundadas con miras a la transformación y el desarrollo de la región Caribe colombiana, el Observatorio del Caribe Colombiano desde su nacimiento puso el énfasis en el enfoque de la cultura como un proceso de integración, de construcción de identidad, en la creación de una nueva conciencia regional a partir del conocimiento de la historia, la literatura, el arte y los problemas sociales y económicos con el objeto de afirmar su continuidad histórica.

A la compleja realidad del Caribe colombiano, una región que ha dejado huella indeleble en el desarrollo de la modernidad colombiana, donde ocurrieron y ocurren manifestaciones culturales que enaltecen la cultura nacional, hay que dirigirle varias miradas. Conscientes de que la verdadera riqueza de una nación está en su gente y que el desarrollo es el despliegue de una cultura, la puesta en práctica de la visión del mundo de esa cultura, el Observatorio del Caribe Colombiano – OCC, considera que una sociedad que no es capaz de pensarse a sí misma, de generar conocimiento sobre sí misma, de apropiarse del conocimiento sobre sí misma, de evaluarse a sí misma, está llamada a desaparecer. Por ello, el Observatorio valora por igual tanto un trabajo sobre la calidad de vida y la pobreza de las gentes del Caribe como otro sobre los recipientes, empaques, envases y embalajes de nuestra utilería popular o sobre las prácticas de las comunidades de pescadores artesanales.

En consecuencia, sin descuidar el tema económico, ha habido una atención especial en los estudios de la cultura como el camino idóneo para el desarrollo regional concebido a partir de una mayor integración con el resto del país. Para el Observatorio del Caribe Colombiano el desarrollo debe traducirse en una mejor calidad de vida para los habitantes de la región Caribe; pero va más allá de las condiciones económicas, incluyendo aspectos como la identidad, el sentido de pertenencia, la autonomía, la libertad, lo territorial, lo ambiental, y todo aquello que permita ampliar el horizonte de las personas.

Y concluye: La región Caribe colombiana, continental e insular, que pese a su gran riqueza cultural es de las más atrasadas del país, con indicadores sociales y económicos por debajo de los promedios nacionales, necesitaba de un organismo especializado en los estudios regionales. El nacimiento de ese centro humanista científico y cultural dedicado a la investigación y la reflexión sobre el Caribe colombiano ha introducido mayor rigor y racionalidad en el debate sobre el desarrollo regional, ha contribuido a la formación y articulación de grupos de intelectuales dedicados a pensar la región, ha congregado a la inteligencia de esta sección del país, la ha puesto a producir ideas que contribuyan al desarrollo económico y social y así ha generado una nueva dinámica cultural e intelectual.

La labor del Observatorio del Caribe Colombiano no sólo ha hecho visible la existencia de numerosas investigaciones, sino que asimismo ha articulado una incipiente comunidad de investigadores que construyen una nueva manera de ver el mundo, de pensar la región en la cual el desarrollo empieza a concebirse más allá de lo económico, reivindicando lo cultural, con lo que borra las fronteras entre las disciplinas accediendo a una mayor complejidad en la comprensión de la realidad.

Fuente: Hoy Diario del Magdalena

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