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viernes, 3 de abril de 2015

Nazarenos de Guamal (Magdalena), una tradición poco conocida



En Guamal (Magdalena), un pueblo caluroso a orillas del río Magdalena cuyos pobladores son en su mayoría católicos, se vive la Semana Santa con especial devoción. Una de las tradiciones más arraigadas son las procesiones de los nazarenos, que datan de 1895, pero que, a diferencia de las del vecino municipio de Mompox (Bolívar), son muy poco conocidas.

Hernán Sánchez Ramos, quien trabaja en el área de Comunicaciones de la Policía Metropolitana de Santa Marta, empezó a ser nazareno desde niño para cumplir una promesa hecha por su abuela materna, Iberia Cadena, quien era muy devota de Jesús y le ofreció que si salvaba a su nieto, él pagaría una manda (penitencia) por 15 años como nazareno en la Semana Santa de Guamal.

Sánchez nació el 23 de noviembre de 1976, en Barranquilla, con problemas respiratorios y estuvo varios días en incubadora. Los médicos no daban esperanzas de que sobreviviera, pero gracias a los ruegos de su abuela, dice, se recuperó.

A partir de los 2 años, sus padres, Hernán Sánchez Martínez, oriundo de Guamal, y Danny Ramos Cadena lo llevaban en brazos a las procesiones y al cumplir los 5, empezó a vestirse de nazareno, con una túnica de color azul turquí, un manto blanco en ‘v’ que llega hasta la cintura y un capirote que le cubre la cabeza. En la cintura lleva amarrado un cordón blanco que, según la tradición, debe dar 33 vueltas y del que cuelgan cinco borlas que simbolizan las heridas de Cristo.


Jesús es bajado de la cruz y puesto sobre una mesa, donde lo ungen con perfumes. Archivo particular

Como apenas era un niño, en la procesión no marchaba –un paso a la izquierda y otro a la derecha hacia adelante–, sino que caminaba. Tampoco terminaba el recorrido porque se dormía. “El Jueves Santo le decía a mi mamá que me pusiera el vestido. No hablaba de túnica, pero ya empezaba a sentir el fervor y la pasión por ser un nazareno”, dice Sánchez.

El Viernes Santo, la vestimenta es la misma, pero de color morado, en señal de luto por la muerte de Jesús en la cruz.
Como antesala de la celebración de la Semana Santa, el Jueves de Dolores –tres días antes del Domingo de Ramos– se realiza la procesión con los pasos ‘el beso de Judas’ y ‘Jesús en el huerto de los Olivos’. Empieza a la medianoche, encabezada por los nazarenos, que marchan al compás de la música de viento interpretada por la banda municipal Once de Enero de Murillo, y llega a la iglesia del Carmen, a las 7 de la mañana.

La procesión del Jueves Santo es la más emblemática. Sale de la iglesia a las 8 de la noche y llega a las 7 de la mañana del día siguiente al mismo lugar. En esta procesión sacan el paso ‘grande’ o ‘penitencia’, una imagen tallada en madera de Jesús cargando la cruz, llevada en hombros sobre andas de madera por entre 25 y 30 nazarenos. Los demás van a los lados en dos filas, una de mujeres y otra de hombres. “Es un paso que pesa mucho y es muy apetecido por los nazarenos porque se supone que es con el que uno paga la manda”, cuenta Sánchez.

A las 3 de la tarde, antes de la procesión, los nazarenos van al cementerio. Allí realizan la retreta, en conmemoración de sus compañeros fallecidos. Este año, le rendirán un homenaje póstumo a Urcino Infante, quien murió el 14 de junio pasado, a los 94 años, y fue nazareno durante casi ocho décadas.

En la entrada del cementerio está la banda esperándolos y tocan las marchas fúnebres. Al ingresar, se bajan el capirote, se arrodillan y hacen oraciones. A las 6 de la tarde, los que quieran asisten a la misa del lavatorio de los pies y otros se van a descansar porque les espera una noche larga y dura.

La procesión del Jueves Santo lleva 18 pasos, que representan la pasión y muerte de Jesús. Va encabezada por el paso de la última cena y finaliza con el del apóstol San Juan. Cada paso es cargado por un grupo de nazarenos que están amarrados unos a otros para no perder la sincronización. La marcha recorre las calles del pueblo y hace paradas cada dos o tres cuadras de entre 15 y 25 minutos, tiempo en que aprovechan para tomar agua o hablar con los familiares.

“Obviamente, nos cansamos y nos da sueño. Unos nazarenos se van a dormir a las 11 de la noche y regresan a las 4 de la mañana. Otros hacen el recorrido hasta el final”, cuenta Sánchez, quien en los descansos toma café o se hidrata para no dejarse vencer por el sueño.

Al finalizar la procesión, el paso ‘grande’ es el único que ingresa a la iglesia. Los demás solo llegan hasta la puerta del templo y después los nazarenos se los llevan a las casas de sus dueños, familias fervorosas del municipio.

El Viernes Santo, a las 3 de la tarde, es el Sermón de las Siete Palabras en la iglesia. Luego el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y puesto sobre una mesa, donde las nazarenas lo ungen con perfumes y los nazarenos le pasan las borlas. “Uno siente que está recibiendo al Espíritu Santo”, dice Sánchez.

Posteriormente, lo depositan en el santo sepulcro, tallado por el escultor Jorge Eliécer Ávila Martínez, y lo llevan hasta el colegio Bienvenido Rodríguez, ubicado a la entrada de Guamal, de donde sale la procesión, a las 8 de la noche, y termina en el cementerio, a las 2 de la mañana del Sábado de Gloria.

El Viernes Santo en este municipio casi siempre llueve o se nubla el cielo, tal como ocurrió cuando Jesús murió en la cruz.

Después de cumplir su manda, Sánchez hizo un receso de un año, pero al siguiente volvió a ser nazareno. Ese año, en plena marcha, cayó un aguacero torrencial. El agua les llegaba a las rodillas y los que iban en la procesión dejaron el santo sepulcro en mitad de la calle y salieron corriendo en busca de refugio.

Él estaba preocupado por Giovanni, su hermano menor, quien también era nazareno, porque sufría de asma y no se podía mojar. “Eran las 9:30 de la noche, cuando veo a mi hermano con otro compañero entusiasmando a los demás nazarenos para que siguieran la procesión. Como pudimos cargamos el santo sepulcro y marchamos. Unos músicos se animaron a tocar y entramos a la iglesia del Carmen –como se acostumbraba antes– . A los 10 minutos dejó de llover”, cuenta.

Después de completar los ocho años de manda, su hermano se curó del asma y dejó de ser nazareno.

Los nazarenos de Guamal se caracterizan por su organización y disciplina. Desde septiembre de 1991, crearon la Asociación de Nazarenos, conformada inicialmente por 150 hombres y mujeres que personifican a los penitentes. Hoy son cerca de mil.

La asociación tiene una junta directiva, presidida por Alberto Ávila Bagarozza, que se encarga de organizar las procesiones y de realizar actividades para financiar la restauración de las andas, el adorno de los pasos y la logística de todos los actos religiosos. Este año, entre Lunes y Miércoles Santo realizan una feria religiosa en la que venden elementos alusivos a la Semana Santa, como llaveros, afiches, gorras, banderines y escapularios, con el fin de recaudar fondos para regalarle dos vitrales a la iglesia.


La procesión del Jueves Santo es la más sagrada. Sale de la iglesia a las 8 p. m. y llega a las 7 a. m. del día siguiente, al mismo lugar.

Otra de las labores de la asociación durante estos 23 años ha sido gestionar que esta tradición sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Departamento y la Nación. En junio del 2009, lograron que el Concejo de Guamal sancionara el Acuerdo 008, que declara Patrimonio Cultural del Municipio la celebración de la Semana Santa.

El concejal Benito Guerra Aguilar, cofundador de la Asociación de Nazarenos, asegura que hace más de un siglo su abuelo Benito Guerra Rodríguez y otros amigos pagaban sus mandas en la Semana Santa de Mompox, pero que, debido a la violencia de la época, hubo disputas muy fuertes y algunas personas resultaron lesionadas.

Ante esa situación, decidieron trasladar esta devoción religiosa a Guamal, para lo cual mandaron a construir el paso ‘grande’ o ‘penitencia’ y el paso ‘sentencia’ o ‘Jesús ante Pilatos’, conocido como el paso de los Guerra.

Posteriormente, Rafael Ávila Estrada, músico y tallador del municipio, construyó otros pasos como ‘el beso de Judas’, ‘Jesús ante Caifás’, ‘la coronación’, que inicialmente eran cargados en las procesiones por personas de la comunidad.

Durante los días santos a la población llegan guamaleros y visitantes de distintas partes del país y el exterior para pagar sus mandas. El papá de Sánchez, quien reside en Barranquilla, desde hace 30 años acostumbra alquilar un bus para que la colonia de Guamal que vive en la capital del Atlántico asista a las procesiones de la Semana Santa. Salen casi a la medianoche del Miércoles Santo y llegan al día siguiente en la madrugada.

Aunque Sánchez procura cumplir con su compromiso anual como nazareno, a veces su trabajo en la Policía, institución de la que hace parte desde hace 15 años, se lo impide. En abril del 2012, se desempeñaba como fotógrafo del entonces director de la Policía, general Óscar Naranjo, y tuvo que acompañarlo a la VI Cumbre de las Américas en Cartagena.

“La Semana Santa fue en plena Cumbre, y por la agenda no pude ir. Eso fue durísimo. Me dio un guayabo impresionante. Cuando me acordaba de las procesiones me daban ganas de llorar”, cuenta.

Este año sí podrá ir a Guamal para salir en las procesiones y espera poder seguir haciéndolo hasta que se muera. “Hasta que Dios me dé vida seguiré siendo nazareno” dice.


Fuente:  EL TIEMPO

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