Manos de niñas, de mujeres, de ancianas; manos blancas y oscuras; manos cayosas y suaves... Manos que tejen canastos, hamacas, individuales, ruanas, sombreros, mochilas, tapetes... Manos que usan agujas y telares, lana, hilos, hojas, palmas, fique, oro...
No importan si son manos indígenas, campesinas o negras; tampoco si están en la selva, en la costa, en la montaña o en el llano, a todas estas manos las une ese oficio de tejer y con sus hilos es como si conectaran a toda Colombia. Esta sensación queda al visitar Expoartesano, la feria que reúne en Plaza Mayor de Medellín a 360 artesanos.
En San Agustín, Huila, sacan de la mata de plátano una fibra para hacer individuales y caminos de mesa. Con la misma técnica, se diseñaron estas carteras de sobre para Artesanías de Colombia.
El tejido como oficio y tradición es una constante y lo hacen casi siempre las mujeres. Y uno de los objetos que más se repiten son las mochilas. No importa la región, cada una es distinta, comenzando por el tipo de material que utilizan.
En Colombia hay 140 fibras naturales con las que se puede tejer, sobre todo palmas y hojas.
Con el mismo tejido de las hamacas de San Jacinto, se crearon estos modernos bolsos.
Mariluz Maestre, 27 años, de la comunidad indígena kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, por ejemplo, teje sus mochilas con el fique que los macaneros (hombres) sacan del maguey y que las mujeres hilan.
“Los mamos, que son los jefes indígenas, cargan ahí el poporo, la hoja de coca, la cera. Las mujeres: las cabuyas, la carrumba para hilar y su aguja”, cuenta esta mujer que aprendió a tejer a los 7 años.
“Desde pequeña la mujer tiene que aprender a tejer porque eso implica su personalidad y compromiso con su comunidad. Tiene que tejer las mochilas de su familia, la hamaca para sus hijos y es un ingreso económico para ella”, dice Conchita Iguarán, de la comunidad wayú, donde hacen las mochilas más famosas del país.
Las mochilas están presentes en casi todas las comunidades del país. Fotos David Sánchez/EL TIEMPO
En cambio, María Jacinta aprendió de grande, cuando regresó al resguardo indígena Guambia, en Silvia (Cauca) y quiso aprender más sobre su cultura. “El tejido original era hecho con los dedos, sin agujas. El crochet lo introdujeron las monjitas”, explica mientras teje.
Tradicional y moderno
De la mano de Artesanías de Colombia se han rediseñado productos artesanales o creado unos nuevos aprovechando las técnicas, las materias primas y los diseños tradicionales de nuestros artesanos.
“El mercado nacional se ha saturado un poco con los mismos productos por lo que buscamos nuevas versiones, algo más contemporáneo, pero que mantenga el oficio y la identidad colombiana”, dice Felipe Rodríguez, especialista de proyectos de Artesanías de Colombia.
Así es como han asesorado a los artesanos e invitado a diseñadores contemporáneos para crear nuevas cosas.
Es el caso, por ejemplo, del tradicional carriel paisa que sirve de inspiración a Julia de Rodríguez para crear carteras y bolsos. O de la reconocida mochila wayú que cuenta con diseños renovados recuperando figuras como las flores y pájaros.
Fuente: El Tiempo
NATALIA DÍAZ BROCHET
EDITORA