La historia no lo ha divulgado mucho, pero en Colombia hubo un presidente negro. Se llamó Juan José Nieto y dirigió los destinos del país desde el 25 de enero hasta el 18 de julio de 1861.
El desconocido episodio lo rescata el historiador Orlando Fals Borda en el libro El presidente Nieto. Allí, cuenta que nació el 24 de junio de 1804 en Baranoa, un poblado cerca de Cartagena y de Santa Marta y que era hijo de una zamba y un español.
En su texto, lo describe como alguien “fornido, de piel cetrina clara (o trigueña oscura), ojos zarcos verdosos, nariz recta y amplia, labios finos, cejas arqueadas y cabello negro medio rizado”.
Y era bien parecido. Eso le permitió ascender en la sociedad y tener amores con dos mujeres aristocráticas, a pesar de que era de familia pobre.
Según cuenta Fals, fue esa clase alta la que se encargó de aclarar cualquier recuerdo de Nieto, para que la historia jamás conociera que hubo cercanías con un negro. De hecho, las imágenes que hay del ex presidente dan cuenta de sus facciones afrodescendientes, pero con un extraño color blanco en la piel.
Pero ¿cómo llegó un negro a ocupar la Presidencia de Colombia? La historia es encantadora.
Resulta que Nieto había aprendido a leer por su propia cuenta desde joven y tuvo acceso a todo tipo de lecturas socialistas que reclamaban derechos para los más pobres del país. Poco a poco fue tomando liderazgo, hasta hacerse defensor incondicional de esas causas y llegar a ser caudillo.
Para su época, lo que hoy conocemos como Colombia se llamaba Estados Unidos de la Nueva Granada, conformada por una especie de países pequeños, cada uno con su propio presidente, con leyes y Constituciones independientes. Sin embargo, había un gobernante para todos, que despachaba desde Bogotá.
Con mucho sudor y mucha guerra, Nieto se hizo Presidente por votación popular del Estado de Bolívar. Llegó a dirigir un pueblo que se sentía oprimido por la permanente presencia de conservadores en el poder, que lograron el centralismo total de la Nueva Granada.
Fals lo cita en su libro, cuando dijo en su posesión que “el malestar se sentía en todas las clases de la sociedad. Quejábase el comerciante, el artesano, el agricultor, el pobre vivandero y todo el que ejerciera una industria porque hasta allí llegaba la mano descarnada del fisco (...) Ahora, en mi capacidad de jefe de Estado, pongo de manifiesto mi programa administrativo: garantías y protección para todos los habitantes; convocar una Asamblea Constituyente; dar tranquilidad, unión, prosperidad y confianza a todas las clases de asociados”.
Desde su cargo, Nieto empezó una campaña para integrarse con otros estados que querían bajar de la presidencia de los Estados Unidos de la Nueva Granada a Mariano Ospina Rodríguez. Así, pudo aliarse con Santander y Magdalena.
Más tarde, recibió una carta del Cauca queriéndose aliar a su causa. Se trataba de un enemigo acérrimo que tuvo en el pasado: el general Tomás Cipriano de Mosquera. Pese a ello, Nieto respaldó su alianza. Así se creó un bloque para derrocar al presidente Ospina.
Mientras el general Nieto comandaba desde La Guajira hasta el golfo de Urabá y parte de Antioquia y Santander, el general Mosquera avanzaba hacia Bogotá, en busca de la Presidencia de toda la nación.
Para Nieto, el poder que tenía en ese momento significaba estar al mando de los principales puertos y aduanas, lo que le dio suficiente confianza para proclamarse Presidente de los Estados Unidos de la Nueva Granada, el 25 de enero de 1861.
“Me declaro desde hoy en ejercicio del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Nueva Granada con el título de ‘Presidente de la Unión’, en cuyo desempeño estaré hasta que haya constancia oficial de haberse encargado del mismo poder el ciudadano Tomás Cipriano de Mosquera, y esté franca la comunicación de los Estados de la Costa con él”, decía en el decreto con que Nieto se autodenominó presidente y que recoge Fals en su investigación.
Luego, “posó con la banda tricolor presidencial terciada sobre su pecho, para que le hicieran un retrato al óleo, recordatorio del importante acontecimiento”, dice en el libro del historiador.