Santa Marta DTCH

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viernes, 20 de diciembre de 2013

La Samaria Liliana Saumet, es un estallido de emociones en el grupo Bomba Estéreo

Liliana Saumet Avila, Cantante del Grupo Bomba Estéreo




Liliana Saumet no es una cantante del montón que se esconde entre conformismos establecidos. Ella pertenece a esa estirpe de vocalistas que no tienen un marketing detrás que controle sus pasos. Ella es aire puro del caribe colombiano, creció entre el mar y la brisa de su Santa Marta dorada de donde también es Carlos Vives.

Liliana llegó a la capital del país. La intención: viajar a París u otra parte afuera a estudiar diseño. En los últimos 2 años ha recorrido Europa, Asia, Estados Unidos y Latinoamérica. “Desde que estoy en Bomba no he parado de viajar”. Fue seleccionada por el canal MTV Iggy como la mejor banda nueva del mundo en 2010. Los medios comparan a Liliana con cantadoras como Totó La Momposina y raperas como M.I.A. La proclaman como la embajadora del electro-vacilón, del folclor-psicodélico; como la reina de esa fusión entre rap, champeta, tambores tropicales, aullidos, beats, guitarras y sintetizadores, que cada quien baila como se le da la gana.

“Me gusta vacilar desde que estaba pequeña”, canta gritando, dando manotazos, desafiando. La potencia de su voz, y el estilo beligerante pero divertido que le imprime, también provienen de su niñez caribeña. “Jumm, es que mi mamá me dio todas las mañanas de desayuno guineo verde con queso y aguaepanela”. Recuerda que los momentos en que pintaba, escribía y actuaba en actos culturales de colegio, superaban aquellos en los que cantaba. Nunca formó parte de sus sueños infantiles el ser una cantante, por lo que su recorrido por los escenarios musicales se ha dado como una gran sorpresa, sin pretensiones. La sigue moviendo el impulso por el ‘vacile’; sigue siendo la misma “solo que dejé de viajar en bus, ahora viajo en avión”.

De niña llenaba cuadernos con poesías, en las noches, cuando el miedo no la dejaba dormir. La entusiasmaba la idea de ser escritora. Una profesora que alguna vez revisó sus textos la alentó; no recuerda si en el Ateneo Moderno o La Presentación, en los que estudió. Vivía en el barrio Taminaca, Santa Marta. Unos vecinos llegados de New York le solían mostrar canciones de rap, y con ellos jugaba a convertir a este ritmo canciones románticas, tipo Pimpinella. Puede ser por eso que no tiene problema para componer una canción en 45 minutos, como Huepajé, que marcó el inicio de su trabajo con Simón Mejía, el combustible detrás de Bomba Estéreo. Él tenía la música, ella puso los versos. La grabaron, él se la llevó a New York y allá la seleccionaron para un compilado de National Records. En menos de un mes estaba sonando en las emisoras de EU.

¿Herencia?

Pese a la diversidad de géneros en los que ha incursionado, Liliana se ha mantenido casi al margen del vallenato. A no ser por su primo, Sergio Rodríguez, acordeonero de Peter Manjarrez. Aún así, ella no está muy convencida de eso de llevar el arte en la sangre. Aunque ha encontrado evidencias de lo contrario, en su intento por rearmar el rompecabezas que compone su sabor para la música. “Los artistas siempre tratan de buscar la manera de justificar su arte. Pero yo ni sabía que en mi familia cantaba todo el mundo”. Su hermano se dedica a otro tipo de composiciones, también con mucho sabor. Es chef.

Los orígenes de la familia de su papá, Gustavo Saumet, se remiten a un tatarabuelo francés que llegó a Plato, Magdalena, y se casó con una indígena. Liliana indagó por el lado de su mamá, Elizabeth Ávila, a quien escuchó cantar varias veces. El día que iba a participar en un acto público, le dio pena. Para excusarse, “dijo que había pasado el día planchando, y ese día había llovido”.

Un día, sin preguntar, se enteró de las probables raíces de su talento. “A mi abuela le decían la ‘Voz de Oro’ de Aracataca. Ella cantaba en la radio, en el pueblo. Mi abuelo la escuchó, se enamoró, la esperó a la salida del programa, y le preguntó si quería casarse con él”. Fueron felices y tuvieron 12 hijos. No es una página arrancada de un libro del Nobel de Literatura nacido en esa tierra, Gabriel García Márquez. Es la historia, tan mágica como real, que le contó su mamá acerca de su abuela, Antonia Miranda. Está por cumplir los 90 años. Un dia “Mamá Toña” escuchó la música de su nieta, que se presentaba abriendo el concierto de Shakira en Bogotá. “Estaba feliz, orgullosísima, aunque creo que no entiende nada de lo que hago”.

La historia se la contaron luego de que se uniera a Bomba. Tal vez la música sí venía inscrita en sus genes, solo que faltaba un detonante que activara su propensión a desarrollar el talento. De niña “no tenía ni idea de cómo tocar la guitarra. Las notas musicales eran demasiado complejas para mí. Nunca entendí el pentagrama, Sol, Re. Para mí es que me hablan en chino”.

Liliana estudió publicidad en el Politécnico de la Costa, en Barranquilla. Cursó 8 semestres y se graduó como tecnóloga. En 5 años se volvió militante fiel de la comparsa carnavalera “La Puntica No Más”. Además, fue su primera experiencia lejos de sus padres. Ellos le pagaban la matrícula, “yo me mantenía vendiendo bolsos y accesorios pintados a mano”. A su llegada a Bogotá siguió diseñando sus propias piezas. Empezó a trabajar en vestuario y escenografía para programas de televisión pública educativa. “No me gustaba ese mundo. Todos pisaban a todos con tal de llegar adonde querían. Para mí era muy fuerte, todo bien pero no era lo que yo quería, no tenía nada que ver conmigo”.

En sus ratos libres entrenaba Ultimate Frisbee. Un compañero le dijo que estaban buscando una cantante costeña. Así se vinculó a la banda Mr. Gómez en Bombay. Su primera presentación fue en SUB, un burdel convertido en discoteca, en una esquina del barrio Chapinero. “Era chévere, como reggae, pero no era tan mío. Éramos muchos y no cantaba mis propias canciones”. Presentándose de bar en bar, conoció a Simón Mejía. Él le propuso grabar una cumbia, Huepajé. Cuando volvió de EU, Liliana le presentó 4 canciones que había compuesto. Todas clasificaron para la grabación final de ‘Estalla’, el álbum que hizo explotar a Bomba en las emisoras de todo el mundo.

De este se desprende la canción ‘Fuego’, incluida en el soundtrack del videojuego FIFA 2010. “Es algo muy global, así la conocen y cantan jugadores como Messi”. En el videoclip, Liliana rapea y bailotea entre un arcoíris de chancletas y pescados en el mercado del centro de Barranquilla. Supera las 1’490.000 reproducciones en You Tube. Parecerá lugar común, pero ella insiste: “nunca en mi vida pensé que iba a ser cantante. De cualquier cosa que hubiera podido imaginar, esto nunca lo pensé”. Y le da mayor relieve a todo lo que está logrando, casi sin quererlo.

Al final, ese desenfado debe ser lo que hace tan contagiosa su música. Igual, a los que la bailan poco les importa. Mientras cumpla el designio de su coro “…mantenlo prendido, no lo dejes apagar…”, su llama costeña seguirá yendo más alto; quemando con su sabor espontáneo más y más oídos.

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