Nelson García Torres es un docente indígena de básica primaria que desde hace ocho años ha venido transcribiendo cuentos de la comunidad arhuaca, para permitir que los niños a quienes da clase a lo largo de la Sierra Nevada de Santa Marta tengan la oportunidad de apreciar en su propia lengua los textos que enriquecen la tradición de su cultura ancestral y que ellos han recibido como herencia oral de sus mayores durante los quehaceres cotidianos o las frías noches de luna llena en la serranía.
De esta manera, al profesor Nelson se le ocurrió hace cinco años la idea de escribir y publicar un libro de cuentos infantiles que permitieran preservar las tradiciones. El primer paso fue darlo a conocer al mamo Camilo Izquierdo y a las autoridades indígenas, quienes luego de deliberarlo aprobaron con total complacencia el texto final titulado “Narraciones indígenas de la Sierra".
Al comunicar su idea, el docente tuvo apoyo inmediato la caja de compensación familiar del Magdalena y de su director Jairo Donado Pinto, pues estos ya había trabajado algunos proyectos llevando biblioburros a la sierra nevada para que los niños tuvieran la oportunidad de acercarse a la lectura. Si bien los pequeños son educados con el castellano como segunda lengua, no existía para ellos ningún libro que les permitiera leer y vivir las historias de su comunidad en su propia lengua. Muy pronto a esta noble empresa se vinculó Jael Stella Gómez, editora infantil de Norma.
Construirlo no fue tarea fácil, se necesitó no solamente de la corrección y redacción de Martínez y Gómez, sino del trabajo minucioso del etnolinguista Jesús Mario Girón. Él se fue durante días enteros a convivir con la comunidad y estar al lado del profesor Nelson García para conocer la riqueza de cada sílaba, las costumbres y los equivalentes que dichas construcciones textuales representaban sobre la realidad de los arhuacos. Como resultado se construyó un libro de compilaciones de narrativa y mitología infantil de los arhuacos, en la que se explica desde la creación del mundo hasta las razones por qué el zorrillo tiene la cola blanca.
El lanzamiento de la publicación se llevó a cabo en la vereda Kantazama, perteneciente al corregimiento de Don Diego en la Sierra Nevada. Más de un centenar de niños de la comunidad estuvieron presentes y expresaron asombro, sorpresa y alegría al poder leer en su propia lengua, las historias con las que han venido creciendo.
Este es el primer libro de una colección que la casa editorial viene proyectando sobre cuentos infantiles escritos en la lengua nativa de algunas comunidades indígenas. Su elaboración tomó varios años y para el profesor García lo más difícil fue seleccionar las historias que serían publicadas y lograr la adaptación de sus equivalentes en el castellano, no solo era traducir palabras sino también emociones que son inherentes a la condición de ser arhuaco y haberse criado bajo el influjo de la naturaleza en la Sierra Nevada.
Son trece cuentos fascinantes y un epílogo que manifiesta la importancia del respeto y cuidado que debemos a nuestro entorno, una explicación de lo que la madre naturaleza representa para nuestros hermanos mayores. Está escrito en Ika (la lengua nativa) y castellano para niños de todas las edades y para adultos que tengan el privilegio de conservar un corazón de niño y que quieran dejarse enamorar de las aventuras del conejo y la tortuga, o se aventuren a saber por qué el zorro tiene la cola blanca.
Historias para deleitar cualquier corazón que esté dispuesto a dejarse seducir por la fantasía de la buena literatura y por la magia que se encuentra disgregada en cada rinconcito de nuestra muy mencionada pero también herida Sierra Nevada de Santa Marta.
Cuentos que han servido de soporte para fundamentar las noches de jubilo y los momentos difíciles, como el que pasó Julián, de apenas 16 años y quien fue castigado y su ropa fue quemada porque quiso estudiar la biblia y ahora vive en brazos de Don Remberto y Doña Ana en cercanías al corregimiento de Guachaca.
Este no es simplemente un libro para dormir a los niños, es el merecido reconocimiento a las tradiciones de una cultura cuyas enseñanzas a esta sociedad tan tecnológica como deshumanizada en sus propósitos.
FUENTE: EL ESPECTADOR