Santa Marta DTCH

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lunes, 11 de mayo de 2015

Cacao desde la Sierra Nevada


Familias arhuacas cultivan una especie de este fruto que está al borde de la extinción. Será exportado a Asia, Europa y EE.UU.

Mientras la Organización Internacional del Cacao (ICCO) estima un déficit que puede superar las 17.000 toneladas en 2015, por lo que se requerirán fuentes que suplan esta demanda, en la Sierra Nevada de Santa Marta trabajan para exportar este producto desde las montañas, allá donde solamente quienes pertenecen a su comunidad pueden acceder.

La historia empezó en 2009, cuando Carlos Ignacio Velasco, quien para ese momento trabajaba para la Federación Nacional de Cafeteros, vivía en Japón. Allí conoció a Mayumi Ogata, catadora e investigadora de cacao.

Aunque el cacao colombiano es reconocido por su sabor y aroma, característica que, según la ICCO, solamente tiene el 5% de la producción mundial, el país aún está ubicado en la parte baja de la tabla de exportadores, poniendo en el mercado internacional más de 7.000 toneladas anuales.
Por esta razón, Velasco y Ogata llegaron a Colombia en busca de productos con características diferentes a las de países como Costa de Marfil y Ghana, que, según cifras de Procolombia, son los principales productores del mundo y superan las 700.000 toneladas anuales.

“Encontramos que los arhuacos tenían en sus tierras unos cacaos criollos que representan menos del 1% de la producción del mundo; un producto muy raro. Nos dimos cuenta del potencial que teníamos”, dice Velasco.

El primer problema que enfrentaron fue establecer una relación con las comunidades, explicarles por qué era importante trabajar por este fruto.
La clave, explica Velasco, gerente de Cacao Hunters, empresa que literalmente camina por el mundo en busca de los mejores cacaos, era entender que para los indígenas el cacao representó una moneda de cambio y una fuente de alimentación, entre otras funciones.

Por ello se mostraron como la posibilidad de ser un mecanismo para ayudar a los arhuacos a retomar la siembra, la conservación y la utilización del producto como fuente de ingresos.

“En los procesos de conquista y colonización , los taironas se desligaron del cacao, que ha sido un elemento importante para las comunidades de Latinoamérica como bebida y moneda de intercambio. Ellos quieren preservarlo porque es muy importante para su cultura”, aclara Velasco.

Por su parte, el mamo del pueblo arhuaco, Camilo Villafaña, manifiesta que “el cacao ha sido una fuente de energía y ha tenido un valor cultural muy importante para los pueblos indígenas de la Sierra Nevada. Durante mucho tiempo nos hemos olvidado de su importancia y hoy estamos retomando nuestras costumbres”.

Con este proyecto, que recibe el apoyo de Cacao de Colombia, la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo (Usaid) y la organización ACDI/VOCA, se beneficiarán más de 600 familias.

Uno de los aportes es que en los procesos para cultivar el producto no están participando sólo los adultos de la comunidad, pues también se han integrado los jóvenes, lo que, para quienes respaldan la iniciativa, garantiza la permanencia del proyecto a largo plazo.

Si bien la idea es generar procesos productivos en la comunidad arhuaca, Cacao Hunters quiere replicar el proyecto en otras regiones del país donde hoy, según la Federación Nacional de Cacaoteros, se cultivan cerca de 40.000 toneladas anuales.

Más allá de la rentabilidad que puede dejar la comercialización del producto en mercados como el japonés, estadounidense y varios europeos, las organizaciones esperan proteger un cacao blanco único en el mundo y que está al borde de la extinción.

Imagine que a partir de mañana podrá consumir productos hechos a base de este fruto, cultivado por una de las comunidades indígenas más aisladas del país, y cuyo proceso de fermentación empieza en el momento mismo en que los indígenas echan un bulto a lomo de burro durante ocho horas para que sea recibido y procesado en un planta desde la que se espera que en los próximos años se exporten más de 30 toneladas anuales del cacao más exclusivo hacia un planeta preocupado por el desabastecimiento.

Fuente: El Espectador

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