En los últimos cinco lustros, la Fundación  Pro Sierra Nevada de Santa Marta, entidad que este año celebra sus bodas  de Plata, ha sido testigo de la transformación de este macizo  montañoso, considerado como la fábrica de agua de tres departamentos de  la Costa Caribe:  Magdalena, Cesar y La Guajira. 
Armando Calvano, director ejecutivo de la  Fundación, asegura que hoy el principal cambio es la mirada que se tiene  de la montaña litoral más alta del país y donde habitan cuatro pueblos  indígenas (arhuacos, kogui, wiwa y kankuamo) como una unidad territorial  y el interés por su conservación.
En esto, la Fundación Pro Sierra ha tenido  un papel protagónico a través de la realización de la cartografía de la  Sierra y el trabajo con las gobernaciones,  corporaciones autónomas y  ONG internacionales en la identificación y recuperación de los áreas de  bosque en buen estado y en el cuidado del agua. 
"Hay un trabajo muy fuerte con la  Gobernación de La Guajira y Corpoguajira para lograr la consolidación  del territorio ancestral en ese Departamento y mirar cuál es la cantidad  de agua que produce la Sierra para tener una oferta y demanda bien  regulada y no agotar ni el caudal ecológico ni ambiental", dice Calvano y  agrega que, igualmente, en el Cesar están buscando los parches de  bosque que aún quedan en la Sierra para lograr su conservación y  estabilidad futura.
No obstante, reconoce que todavía queda  mucho por hacer para lograr una verdadera conservación de este  ecosistema estratégico para la región Caribe por su biodiversidad y  riqueza hídrica, y asegura que el principal obstáculo para conseguirlo  es la falta de coordinación entre las entidades que trabajan por este  propósito. 
"Me da tristeza decir que después de 25  años cada entidad sigue trabajando cada una por su lado y eso hace que  haya un mayor desgaste de recursos económicos y de personal", admite  Calvano.
Por eso, la Fundación está volviendo a  hacer alianzas con las entidades públicas y privadas, al igual que con  las comunidades indígenas y campesinas para atender la Sierra Nevada con  una sola mirada y así lograr preservar los bosques y los nacederos de  agua.
En este sentido, han logrado que algunas  comunidades campesinas hicieran pactos de conservación cediendo 32.000  hectáreas de sus predios que ya no serían usados para el cultivo.
"Estas áreas conforman corredores de  conservación y eso es lo que estamos buscando para la regulación del  recurso hídrico y la conectividad del bosque".
De igual forma, están a punto de establecer  una alianza con los pueblos kogui y arhuaco, que hace unos años  tuvieron que irse huyendo a las partes altas de la Sierra por la presión  de los grupos armados y que hoy están volviendo a bajar, para ayudarlos  a recuperar su territorio y aprender de ellos cómo conservar el macizo  montañoso.
Calvano reconoce que es necesario pedirles  permiso a los indígenas para actuar en la Sierra. "A las entidades no  nos gusta perder autonomía y tener que concertar, pero creo que ese  camino difícil es el que nos puede llevar a una conservación real a  futuro de la Sierra sino no estamos haciendo nada".



