Desde la bahía de Santa Marta, bajo un cielo completamente azul, a bordo de un catamarán, iniciamos un recorrido por las aguas que rodean la ciudad. En el trayecto, mientras nos alejábamos del ajetreo de la cotidianidad, nos dispusimos a contemplar la inmensidad del mar y disfrutar de los sonidos de la naturaleza, que simplemente llenan el alma de alegría. Mientras avanzábamos, varios turistas hablaban del porqué se le llama a este destino La Perla de América, y sus reflexiones concluían que sus paisajes, la imponencia de sus montañas y la exquisitez de su gastronomía la hacían merecedora de este nombre.
Pero apenas si habíamos recorrido unos cuantos kilómetros y, como un regalo del cielo, de entre las aguas, empezaron a salir elegantes y majestuosos un grupo de delfines. Estábamos emocionados, eran aproximadamente cuarenta y por unos diez minutos nos acompañaron en el recorrido. Nos dieron tiempo de contemplarlos, grabarlos y deleitarnos con su belleza. Según el guía que nos acompañaba, en sus 25 años de trabajo nunca había visto algo así, pero de ahora en adelante, aseguró, se encargará de promover el destino como un lugar para ver delfines.
Después de tanta belleza, mientras observábamos como se alejaban, nos detuvimos en Playa Blanca, un lugar con una arena fina, el tono del agua cristalino y una vista privilegiada para contemplar la puesta del sol. Ahí, la calma y la paz son las protagonistas. Pero en Santa Marta, la aventura y la majestuosidad no solo están en el mar. Tiene el privilegio de que la abrace una gran montaña que en sus senderos esconde miles de historias y un ecosistema riquísimo que le da vida a una gran diversidad de especies. Por ejemplo, la reserva natural Taironaka, que fue un asentamiento de los taironas, en la cual se ven piedras milenarias y artesanías de los indígenas.
La reserva se ha convertido en un lugar obligatorio para los amantes de las aves. Además, pueden recorrer los senderos rodeados de caracolíes, higuerones o guamitos de río, una vegetación exuberante y llena de colores. Esta es la antesala de una aventura en flotador por el río Don Diego, en el que el turista solo debe preocuparse por disfrutar. Son dos horas mientras la corriente lo va llevando, poco a poco, hasta donde se encuentra con el mar. En el trayecto, los monos aulladores son los encargados de dar el concierto, las aves danzan a su ritmo y el cielo se dispone para deleitar a quienes lo contemplan.
Cada recorrido es un alimento para el alma y una muestra de que Santa Marta es más que una perla. Esta ciudad se está abriendo paso a posicionarse como un destino mundial en el que el turista puede encontrar un lugar para vivir experiencias únicas, llenas de historia, naturaleza, moda y arte. Para lograr estos objetivos, un grupo de “enamorados de la ciudad”, entre ellos empresarios, chefs, hoteleros y algunas aerolíneas, como Viva Colombia, se aliaron para mostrar las cosas buenas que tienen y trabajar para rescatar y preservar sus tradiciones.
Un ejemplo de ello es el restaurante Rocoto, un emprendimiento del chef Fabián Rodríguez, quien apuesta por destacar los sabores de su región, en sus palabras “quiero que las personas se encuentren con esos sabores que ya habíamos olvidado y disfrutemos de nuestra esencia y eso lo vamos a lograr trabajando en equipo”. En esta misma ruta, Carolina Ortega, gerente general del Best Western Plus Santa Marta Hotel, desde hace dos años se ha dedicado a buscar talentos en la región y abrir espacios en sus instalaciones para que los huéspedes tengan un encuentro con artistas.
El resultado de esa búsqueda se materializó con el primer Exporcarnaval, en las instalaciones del hotel, con la temática del Carnaval de Barranquilla. Allí, siete artistas presentaron sus creaciones cargadas de color, arte y moda. Esto representó “una oportunidad para mostrar que tenemos mucho talento y es una muestra de confianza en nosotros”, señala, Lala Cuellos, diseñadora y docente. Durante la muestra, los huéspedes y visitantes del hotel se conectaron con la cultura. “Es muy emocionante poder apoyar el talento de la ciudad. Somos unos convencidos de que juntos hacemos más y está en nuestras manos contribuir al desarrollo del turismo, pero uno sostenible, que piense siempre en el bienestar de la gente. Hay muchas cosas por hacer y ya dimos el primer paso, que es trabajar en equipo”, puntualiza Carolina Ortega.
Fuente: El Espectador