Santa Marta DTCH

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lunes, 27 de febrero de 2012

Yo me llamo Pibe Valderrama...

Carlos Alberto Junior Valderrama Ruge y su padre el "Pibe" Valderrama
Sus piernas son flacas y largas, y el trotecito suave las deja ver algo encorvadas. Las medias abajo, casi a ras de los tobillos y una pantaloneta que, a duras penas, le cubre la mitad de los muslos, muestra los músculos en formación. La melena rubia y ensortijada no alcanza a tapar una sonrisa pegajosa.

Su figura se asemeja a la de un bacán de cuadra, a un músico, descomplicado, libre, chévere.

Un par de topitos de plata dan reflejos de vez en cuando mientras la cabellera se mueve de un lado a otro. Su hablado es inconfundible: rápido y con típico acento costeño. Se le nota charlatán, dicharachero y, quizás, algo mamador de gallo.

Minutos antes, el muchacho delgado y alto (1,84 metros) había saludado alegre, uno a uno, a sus compañeros de las divisiones inferiores del Independiente Santa Fe, en una mañana helada de Bogotá. ¡Todo bien, todo bien!, se le escuchó.

Debajo del brazo llevaba una guayera con los implementos para el entrenamiento matinal. Tenía un bluyín desteñido, tenis oscuros y una chaqueta de cuero negro para protegerse del frío.

Se llama Carlos Alberto Junior Valderrama Ruge, nació en Santa Marta, juega de volante de creación y su figura es inconfundible.

Nació hace 18 años, el 16 de junio de 1993, pocos meses antes de que su padre protagonizara con la Selección de Colombia el memorable 5-0 frente a Argentina en el estadio Monumental de Buenos Aires.

El tercer nombre, Junior, cuenta su mamá, Enelina Ruge, periodista y educadora, fue en homenaje al equipo barranquillero que salió campeón el año en que nació este heredero del Pibe Valderrama y en el que el '10' era la sensación.

"Y el Carlos Alberto fue porque vi que ninguno de los hijos que tenía el Pibe en su matrimonio llevaba ese nombre", cuenta la mujer que ha luchado a brazo partido para darle lo mejor al joven que también se desempeña como volante de creación.

El "nuevo" Pibe llegó hace cinco meses a Bogotá para iniciar un proceso en el conjunto cardenal, luego jugar con el Unión Magdalena de la Primera B.

El paso fugaz por el Unión no le deparó muchas alegrías. De ahí que emprendiera la aventura por la capital, donde el técnico Arturo Boyacá, que lo conocía, le abrió las puertas. El estratega ya no está en el club profesional, pero Carlos Alberto continúa firme en su intento.

"Hay que ir donde te salga -dice Carlos Alberto-, el profe Arturo ya me tenía visto, me invitó a venir para estar con la sub20 y aquí estoy". En el equipo, además de jugadores bogotanos, hay guajiros, vallecaucanos y chocoanos que le demuestran afecto.

Lejos de casa
Sus días transcurren entre las canchas y una pensión temporal, la que aspira a dejar el próximo año para irse a vivir con su mamá (trabaja en Santa Marta) en un apartamento.

Aunque extraña el calor de la Costa Caribe y la presencia de sus abuelos paternos Jaricho y Juana, y de la materna Teresa, los dos primeros que se quedaron allá en Pescaíto, sabe de los sacrificios que debe hacer para llegar al balompié rentado.

"Mami, el día que yo debute le voy a entregar la camiseta a mi papá". Ese fue el último sueño que le confesó a su progenitora, que está feliz porque los directivos del Santa Fe le dijeron que le iban a asegurar un contrato.

La voz aguda de Carlos Alberto, a diferencia de la de su padre, es más generoso en respuestas, ahonda en conceptos.

Es consciente de que, además de mostrar condiciones técnicas, tiene que soportar el peso de ser el hijo de uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol colombiano. Y, de ñapa, ser su tocayo.

"Acá estoy muy bien, hay buenos compañeros y admiran mucho a mi papá y eso lo llena a uno de orgullo y alegría", relata el muchacho. Pero mientras empieza a cambiarse para iniciar una dura prueba físicas a 2.600 metros de altura en el Parque de los Novios, reflexiona... "Eso ayuda, pero el peso es gigante porque te exigen mucho, no creas tú. No es sencillo como para un James Rodríguez y Luis Fernando Muriel que vienen tranquilos. Uno tiene el peso del Valderrama, del Rincón, del Iguarán. Aunque eso le da más motivación y ganas de trabajar a uno".

Le agrada que lo llamen Pibe. Para él es un orgullo, además de que se parecen bastante. Y añade que en estilo de juego también tiene muchas similitudes con el gran Carlos Valderrama: "soy un jugador técnico, lento, entonces, siempre los compañeros me han dicho Pibe".

De su cabello dorado admite que lo cuida, y reconoce que el tratamiento del papá es más fino y costoso, pues "él tiene los productos más caros y mejores. Pero ya vendrá y me dará el secreto".

Los dos Carlos mantienen comunicación permanente. El excapitán de la Selección Colombia está contento por sus progresos de su hijo, ya que sus otros "delfines" no pudieron jugar fútbol profesional.

Alan alcanzó a estar en las inferiores del Racing de Argentina y Kenny en el Junior, "pero a ninguno de los dos les dieron la oportunidad, eso es duro porque a un hombre que le dio tanto al país y a varios equipos no se lo agradecieron con sus hijos", relata el joven Carlos un poco molesto.

Su papá le pide paciencia y tranquilidad y le reitera que este deporte es de mucho trabajo "Yo no he podido debutar y espero que sea pronto, tarde o temprano, pero debo estar listo y preparado".

El tema de fútbol y los consejos lo tratan de manera privada, pues el papá no quiso emitir conceptos sobre el proceso que lleva su hijo en Bogotá: "eso se lo dejo a sus entrenadores, a mí no me queda bien hacerlo".

Junior, en cambio, no tiene tapujos a la hora de referirse a su padre. Lo señala como "un gran ejemplo, el mejor de nosotros, que fue titular indiscutido a los 25 años con el Cali".

El hombre que supo manejar la fama, de la que él se nutre en la actualidad y cuya fotografía de la época del Unión Magdalena guarda en su celular. Y es que si para la nueva generación ese rubio de 1,84 metros puede pasar inadvertido, para los más veteranos su presencia no deja de ser novedad. Es el recuerdo, la prolongación del genio del medio campo que la hizo vibrar.

No es sino que sepan que es el hijo del Pibe, tan idéntico a él, que según su mamá heredó el 98 por ciento de los genes del ídolo de Pescaíto, para que las muchachas se animen a tomarse una foto y pedirle autógrafos.

"Mi papá me dice que la fama no es para todo el mundo, esperemos que llegue con tranquilidad y humildad. Tengo muchos sueños: debutar en Primera, ser capitán e ir a la Selección", así como su padre, el gran Pibe de Colombia.

La frase
"Cuando nació mi hijo, sentí que iba a ser famoso. Tiene el mismo genio y los gestos del papá, hasta le heredó el tipo de sangre. Para él es duro que lo comparen con el Pibe, pero tiene muchas condiciones." Enelina Ruge Tapias, Mamá de Carlos A. Valderrama Junior.


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