A Santa Marta le han cantado en diferentes momentos de la historia para afirmar, a ritmo de porro, que “tiene tren pero no tiene tranvía”; de vallenato, que “como el mar espera el río, así espero tu regreso, a la tierra del olvido”, o de merecumbé: “Santa, santa, Santa Marta, marinera ciudad, yo te quiero, por tus gentes, por tu Sierra, por San Pedro, por tu Rodadero”.
Lucho Bermúdez, Carlos Vives, Mario Gareña, Alejo Durán e incluso Celia Cruz le han entonado a esta ciudad sus cantos. Otros, como el poeta Mariano Barreneche, quien compuso la letra de su himno, escribió: “Dios te salve, ciudad dos veces santa”.
¿Pero qué tiene esta esquina del Caribe colombiano que inspira a quienes la contemplan? Quizá son sus kilómetros de arena blanca bañados por la caricia aguamarina del mar, o sus montañas tupidas de verde… Lo más probable es que sean las brisas frías que bajan de la Sierra Nevada y sus atardeceres que tiñen de color rosa el horizonte. Como sea, Santa Marta, la primera ciudad colombiana que llegará a los 500 años de fundación el próximo 29 de julio, ofrece a sus visitantes el abrigo de una tierra llena de belleza natural, historia, mitos y cultura.
La capital del Magdalena es más que una sola ciudad; su geografía única y la manera en que su pasado colonial dio forma a su trazado urbano hacen que detrás de cada una de sus esquinas se esconda una nueva sorpresa.
‘La samaria’, como se le conoce, amaña por su diversidad. Ciudad de playa, de montaña, terruño que muestra en los rasgos de sus gentes su pasado indígena, afro y español, y en su centro histórico de andenes estrechos y casas coloniales –hoy revitalizado con una variada oferta gastronómica y cultural– una dinámica turística que hasta hace algunos años era inimaginable.
Revista VIAJAR propone un recorrido, no en estricto orden, pero sí con los sentidos bien despiertos, para disfrutar de esta tierra en la que el realismo mágico no es un cliché, sino el libreto que guiará cada uno de sus pasos.
Un abrebocas del Caribe
Tome un mapa y observe la costa norte de Santa Marta. Lo que a simple vista parece el ondulado filo de una sierra se trata en realidad de decenas de playas que se extienden desde Taganga hasta Arrecifes, en el corazón del Parque Nacional Natural Tayrona.
Allí, una variedad de paisajes marinos que van desde litorales de arenas blancas y aguas color turquesa, hasta ensenadas profundas, flanqueadas por montañas vírgenes, playas tranquilas como una piscina –algunas de ellas bordeadas por ciénagas que albergan cientos de peces juveniles–, son aptas para un paseo en bote, pasar un día de playa y actividades como el esnórquel.
Si desea nadar en playas poco profundas, navegar en kayak, o pasar el día meciéndose en una hamaca, la ensenada de Taganga, pueblo de pescadores a 10 minutos de Santa Marta, ofrece una decena de playas a las que se llega en lanchas o caminando por los cerros que vadean las ensenadas. Playaca, la Bahía de Taganga, Genemaka, Playa Grande, Sisiguaca, Monoguaca y Granate son algunos nombres de estos lugares en donde podrá, con una careta y un par de aletas, observar peces y formaciones de coral, así como descender a las profundidades del gran azul con un equipo de buceo, todo esto en un paisaje enmarcado por los escarpados cerros tagangueros.
Pero la joya con más quilates entre las playas de la ciudad son las del famoso Parque Tayrona, en el sector Zaino. Ubicado a 30 minutos de Santa Marta siguiendo la carretera Troncal del Caribe rumbo a La Guajira, en esta reserva de 15.000 hectáreas –12.000 de bosques verdes y 3.000 de áreas marinas– los brazos de las estribaciones de la Sierra Nevada se hunden en las aguas del mar, dando origen a bahías y ensenadas de aguas transparentes que son el retrato vivo de un edén tropical. Bahía Concha, Chengue, la Playa del Amor, Gayraca, Neguanje, Playa del Muerto y Cinto, por mencionar algunas, son playas a las que se puede llegar por vía terrestre o marina.
En Chengue podrá apreciar formaciones de corales y manglares que sirven de cuna a las especies jóvenes de peces; en la Playa del Amor, destino de la ensenada de Gayraca, disfrutar de un retiro de yoga; en Playa del Muerto, un acuario natural en Neguanje, podrá alimentar a los peces de arrecife con la mano. Pero hay más, otras playas como Cinto, el Cabo San Juan de Guía y la Piscina aguardan con sus propios tesoros naturales.
Si desea pasar varios días en este remanso natural, el Parque Tayrona cuenta con Ecohabs para el alojamiento de los visitantes, zonas de camping dotadas con baterías de baño, duchas de agua dulce, restaurantes, mesas de pícnic y amplios kioscos para el alojamiento en hamacas en los sectores de Arrecifes, Cañaveral y el Cabo San Juan de Guía.
Para quienes desean mantenerse en su zona de confort, los sectores de Pozos Colorados, Playa Salguero, El Rodadero, Playa Blanca y la Bahía de Santa Marta, en el Centro Histórico de la ciudad, agrupan buena parte de la oferta turística y son perfectos para quienes prefieren tener el mar a pocos metros de su sitio de hospedaje.
La montaña llama
Por sus montañas que se pierden en las cumbres nevadas y de las que descienden senderos, cascadas y ríos que desembocan en el mar, Santa Marta es un destino ideal para el ecoturismo. El senderismo en Minca, un pequeño poblado cafetero con una amplia oferta de hospedajes situado en las estribaciones de la Sierra Nevada, a 630 metros sobre el nivel del mar, se cuenta entre las experiencias imperdibles.
Caminatas por senderos rodeados de fincas dedicadas al cultivo de café y árboles frutales; riachuelos cristalinos que bajan helados de la Sierra bañando los caminos para refrescar a los viajeros, así como las imponentes caídas de agua que interrumpen el silencio de la montaña, son imágenes inolvidables que pueden apreciar los caminantes que se dirijan a los diferentes saltos de agua, entre los que se destaca Pozo Azul, Marinka y el Oído del Mundo, milenarias cascadas que forman piscinas naturales en donde se pueden tomar revitalizadores baños.
Entre las actividades que han llegado para quedarse está el avistamiento de aves en la Sierra Nevada de Santa Marta. La gran biodiversidad de aves de este macizo montañoso que alcanza 5.775 metros de altura –648 especies en un territorio que apenas representa el 1.5 % de la superficie de Colombia– es un motivo para que los Birdwatchers encuentren, en la llamada Cuchilla de San Lorenzo, a más de 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, el lugar para el avistamiento de especies como azulejos y periquitos de Santa Marta.
Centro de todas las miradas
El Centro Histórico de Santa Marta, pequeño pero con muchos sitios llamativos, vive desde hace más de una década un interesante proceso de transformación. A sus centenarias plazas y parques recuperados para el disfrute de ciudadanos y turistas se suma una renovada oferta de restaurantes, bares, hoteles boutique, museos, teatros y casas culturales. Lugares como la Catedral Basílica de Santa Marta, con una plaza construida en el siglo XVI, de estilo romano renacentista, alberga un mausoleo con las cenizas de Rodrigo de Bastidas, fundador de la ciudad, y, sepultada en algún lugar del templo, una urna que se dice contiene el corazón y las entrañas del Libertador Simón Bolívar.
A pocos metros del Parque Bolívar, espacio desde el que se observa la Bahía de Santa Marta, se encuentra la Casa de la Aduana, primera edificación construida en territorio americano (1530) y en donde hoy funciona el Museo del Oro Tayrona, un espacio que guarda la memoria histórica de la ciudad y el departamento. Un recorrido por este lugar es clave para entender el pasado y el presente de este territorio, cuya rica historia algunos creen que solo abarca desde la colonización de Santa Marta, pero en realidad hunde sus raíces en épocas tan antiguas como el año 200 d. C.
Terminemos como comenzamos. Canta Carlos Vives en La Perla: “En una playa dormida, bajo una Sierra sagrada, las tardes lucen vestidas, de mil estrellas doradas. Hay una perla andaluza, sobre la arena dorada y un mar azul que se arrulla con su belleza encantada”.
Esa perla milenaria espera siempre a ser descubierta.