Santa Marta DTCH

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domingo, 16 de octubre de 2016

Dos hermanas arhuacas y su lucha por ir a la universidad


La primera secuencia de esta película nos lleva a la Sierra Nevada de Santa Marta, en medio de una comunidad arhuaca donde habitan dos hermanas llamadas Ati y Midhiwa. 

Sus nombres llenos de significados las dotaron del poder necesario para soñar y querer llegar lejos. A simple vista parecen dos de tantas, que se visten y peinan como las demás, que saben tejer sus mochilas y a la edad que tienen, ya podrían estar pensando en tener hijos y formar una familia de tradición. 

Ellas son diferentes, no porque no les importe su comunidad sino porque quieren abrir sus alas y alzar el vuelo. Una sueña con estudiar odontología; la otra, medicina. 

Y con el permiso de su comunidad, marcharon a Bogotá buscando hacer realidad el sueño de estudiar y poder ayudar a los suyos. 

Así fue como conocieron a Claudia Fischer, una artista plástica que por ese entones trabajaba en una escuela a las afueras de Bogotá, lugar al que llegaron estas hermanas a ofrecer su saber de tejer mochilas. 

Para este momento Claudia, además de haber estudiado artes plásticas y restauración en el exterior, había trabajado como directora de arte de cine y televisión. Entonces conoció a estas hermanas y sus destinos se cruzaron para siempre. 

Claudia, ¿cómo termina una artista plástica haciendo un documental como este?

Por pura curiosidad. Yo he trabajado en muchos campos y he ido guardando toda esa información en mi mochila. Entonces cuando conocí a estas niñas que llegaron a la escuela donde yo trabajaba, ofreciendo su saber a cambio de dinero, me conecte con ellas. Yo había vivido en 

el exterior y sabía lo que era luchar por un sueño. Ellas necesitaban reunir dinero para pagarse un preuniversitario en la Universidad Nacional. Esta búsqueda de conocimiento me maravillaba y ahí surgió mi interés por seguirlas en todo su proceso.
En la película se siente la cercanía. Ati y Midhiwa se mueven con naturalidad, la cámara las sigue en su propósito y ellas hablan con franqueza y a veces tristeza de las dificultades que tienen que pasar para entrar a una universidad. 

Fue un trabajo largo. Desde el principio les dije: “Yo quiero filmarlas para ver de qué manera podemos conseguir ayuda para que ustedes estudien”. Y ellas dijeron sí. Pero, obvio, fue todo un proceso, para vencer la desconfianza a lo desconocido y romper el miedo. Por eso decidí trabajar sola, yo hacía la cámara, el sonido, la dirección… todo. Fue un trabajo realmente íntimo que me llevó ocho meses, y en los que viajé cinco veces a la Sierra (Nevada de Santa Marta) con estadías de una semana. 

Y usted, ¿cómo fue recibida por la comunidad arhuaca? Porque en la película también aparecen las familias, las casas y los guías espirituales de la comunidad… 

Ellas fueron quienes me llevaron y sus familias de inmediato me abrieron sus puertas en todo sentido. 

Yo trataba de ser invisible y ante todo una observadora de todo pero siempre hubo mucha sinceridad. Yo les decía: “No sé hasta dónde vamos a llegar con todo esto”. Es decir, yo siempre quise hacer una película con un final feliz pero no sabía si iba a ser posible o no. A pesar de esto ellas me decían “vamos”.
 


Se nota que no fue un camino fácil, entrar a la universidad no es algo sencillo y mucho menos para unas jóvenes indígenas. Seguramente debieron vivir muchos momentos de ilusión y decepción. Sin embargo, en la película no hay mucho énfasis en esta incertidumbre. 

Se grabaron cosas de esas en la ciudad, pero cuando yo conocí la Sierra supe que allí era donde quería ubicar la historia. Después de todo ese es el lugar donde ellas se fortalecen cuando se reúnen y hablan con su Mamu (consejero espiritual), que les hace las limpias y las ayuda a liberarse de sus miedos y sus angustias. 

Sin lugar a dudas ‘Ati y Mindhiwa’ es una hermosa película. No solo porque sus protagonistas logran su propósito y la cámaras las acompaña… También porque podemos adentrarnos en el mundo de la mujer arhuaca del que nada conocemos.

Fue un proyecto que se construyó con paciencia y ahora ya hemos estado en veinte festivales de cine independiente y pasamos por la cartelera colombiana. Algo que yo nunca imaginé. 

Y ahora, ¿qué viene para usted?

Ahora tengo más curiosidad, tengo ganas de terminar dos documentales que estoy rodando. También quiero seguir en la creación de talleres para las mujeres de Córdoba, para ayudarles a generar ingresos con la hamaca tradicional. Para mí la mujer es un elemento importante en las sociedad y si está más estructurada podemos tener una sociedad más competente. Pero también quiero combinar el lienzo con el documental. Pienso que estoy en una buena edad para permitirme hacer cosas.

Ati sueña estudiar odontología, y su hermana Midhiwa se ve convertida en médica. Un mamo arhuaco apoya sus aspiraciones.
“Yo siempre quise hacer una película con final feliz, pero no sabía si esto iba a ser posible”, dice la directora Claudia Fischer, quien se topó con una sorpresa.

FUENTE: EL PAIS.COM.CO

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