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jueves, 8 de enero de 2015

La cantante de Bomba Estéreo cuenta su historia en la música



Li Saumet ha tocado en el mismo escenario que Metallica, Dolly Parton, Jack White, Lana del Rey, Robert Plant, Morrisey y los Yeah Yeah Yeahs. Pero para Li, vocalista de Bomba Estéreo, posiblemente la banda colombiana más influyente del momento, es tan importante tocar en Glastonbury como en un bar chiquitico –al que le sudan las paredes– en Bogotá. Fue desaplicada, se graduó del colegio de milagro y la universidad la terminó solo porque era su excusa para vivir en Bogotá. Es capricornio, costeña, inquieta, revoltosa, viajera y absolutamente estrafalaria. Cada vez le gusta menos la fiesta y más el yoga. Para BOCAS no solo cuenta su extraña historia en la música (algo que llegó de golpe), sino también su nueva relación con la vida, después de superar el suicidio de su novio.

Dancing Queen de ABBA suena en el tocadiscos de un apartamento viejo del centro de Bogotá, donde vive Liliana (o Li, como todos la conocen). Tiene puesto un vestido largo y colorido y baila como loca, como si creyera que la vida durará solo ese instante y que cada segundo mereciera una fiesta. Ríe a carcajadas, mientras saca del clóset una docena de vestidos, de gafas, de tenis, de gorras y se los prueba. Y nosotros –maquilladora, fotógrafos, periodista– la observamos, fascinados con aquella tromba imparable.

Li Saumet nació hace 35 años en Santa Marta. Su cuerpo delgadito fue dotado con una voz rebelde y potente que le sirvió de excusa para que el músico Simón Mejía la invitara a formar Bomba Estéreo, una banda, integrada también por Kike Egurrola y Julián Salazar, que hace cumbia psicodélica.

Desde su encuentro –mágico, lo define ella– han grabado tres discos (Volumen 1, Estalla y Elegancia tropical), fueron elegidos como Mejor nueva banda del mundo por MTV Iggy y como Mejor nuevo artista por iTunes Latinoamérica, el sencillo Fuego hizo parte del videojuego de FIFA y La boquilla fue incluida en la banda sonora de la película Limitless (protagonizada por Bradley Cooper). Han tocado en 27 países y han participado en los más importantes festivales del mundo, pasando por Vive Latino de México, Coachella en Estados Unidos o Sónar de España, entre muchísimos otros. Además, han sido reseñados por The New York Times, Rolling Stone y The Washigton Post.

Pero Li, aunque sigue firme con Bomba Estéreo (el próximo año formarán parte del cartel de Lollapalooza Chicago), tiene claro que no quiere ser solo la cantante de una banda. Acaba de mudarse a Nueva York, donde piensa ensayar cosas nuevas, por ejemplo dedicarse a la pintura y el performance. “Necesito volver a poner mi cabeza donde tiene que estar”, asegura.

Hace cuatro meses, cuando estaba de gira con la banda en Nueva York, recibió una llamada terrible. Su novio, Alexis Bachu, un joven francés de 30 años, tomó la decisión de ahorcarse en la casa en la que vivían en Puerto Colombia. Li regresó a Bogotá, enterró a su novio, cerró sus redes sociales, se alejó de la prensa y de todos. Pero ya hizo su luto y hoy está dedicada a hacer lo que más le gusta: música.

¿Cuándo llegó la música?

Creo que en la costa todo el mundo canta, pero nunca estudié música. Claro que me gustó desde chiquita. Yo tocaba instrumentos a puro oído, aunque no entendía nada de notas. Empecé a experimentar de una manera muy pura, porque no tenía más referentes que la música de la costa y el rap. Así que lo que tengo es mi tono de voz natural y real. Fue un amigo, Pablo Gaviria, el que me dijo que cantara cumbia. Él le habló a Simón (Mejía) de mí, porque Simón andaba buscando a alguien así, muy contemporáneo.

¿Pero tiene alguna herencia musical?

Cuando empecé a cantar, salieron mil cuentos y resultó que todo el mundo cantaba en mi familia. Tengo primos acordeoneros, tíos que cantan o que eran locutores de radio. Hay una historia muy romántica con mi abuela. Ella cantaba en una emisora y mi abuelo siempre la escuchaba. Un día la esperó a la salida del programa, la invitó a salir y le propuso matrimonio. Se enamoró de su voz.





¿Cómo fue el encuentro con Simón?

El encuentro con Simón fue mágico, fue puro destino. Encontré a alguien y hubo química de una. Yo siempre cuento la historia de la canción [Ponte Bomb] que hicimos en 45 minutos. Nos habíamos visto una vez, pero no nos conocíamos. Llegué al estudio y me pidió que hiciera una letra y, listo, la armamos. Definitivamente él era lo que yo andaba buscando y yo era lo que él andaba buscando. Llegamos en el momento perfecto. El llevó esta canción a Nueva York y la metieron en un compilado de National Records con varios artistas alternativos, entre los que estaba Manu Chao. Ahí empezamos a tocar juntos.

¿Y decidió soltarlo todo y dedicarse a la música?

Todo pasó muy rápido, pero creo que tomé la decisión en un concierto que hicimos en Santa Marta. Yo nunca me pongo nerviosa, pero esa fue una de esas pocas veces. Y era porque estaba en mi tierra. Pero salí a la tarima, me quité los zapatos, sentí la brisa del mar y en ese momento pensé que eso me hacía feliz, que definitivamente eso era lo que quería hacer en la vida.

¿A veces se arrepiente?

¡Nunca! Hay días en los que no quiero tocar, pero me ha pasado en muy pocos conciertos. Ni siquiera cuando se murió mi novio. Incluso ahí di los conciertos más bonitos de mi vida. Me han pasado cosas personales muy fuertes, pero nunca me han impedido querer seguir cantando, todo lo contrario: me dan más ganas.

Fuego los puso a sonar en el mundo entero, fue hasta banda sonora de FIFA…

La gente percibe que fue Fuego, pero fue algo que pasó por etapas. Fuego es una canción que ni siquiera nosotros escogimos, pero nos dábamos cuenta de que en los conciertos, cuando la tocábamos, la gente empezaba a gritar, casi que se desmayaban y yo también casi me desmayaba. Desde muy temprano empezamos a tocar puertas, así que al segundo año ya solo queríamos salir de gira todo lo que se pudiera. Eso hizo que la canción despegara. Fuego se pegaba mucho a lo que queríamos: una mezcla de alternativa, cumbia y electrónica.

¿Cómo fue la primera época, la de tocar en cuchitriles?

Eso lo seguimos haciendo. Nosotros tocábamos mucho en un bar de Bogotá chiquito, no tan cuchitril, que nos gustaba muchísimo. Se llama El Anónimo. Era impresionante tocar allá porque el techo sudaba. También hemos tocado en sitios indescriptibles alrededor del mundo, en Marruecos, en China, en muchos lugares.

¿Algún concierto memorable?

Una vez teníamos un concierto en Tokio y no alcancé a llegar porque se me había perdido el pasaporte. Entonces a la banda le tocó cantar con MC Japonés.

Pero también han tenido la fortuna (más que muchas bandas colombianas) de tocar en grandes festivales alrededor del mundo y junto a grandes artistas internacionales…

He tenido el honor de conocer muchos artistas; grandes, medianos, pequeños, viejos, nuevos, supersencillos, egocéntricos. Y también a productores, periodistas, todos los que están alrededor de la música. He aprendido mucho de lo que he visto y he tenido maestros espirituales, como Rubén, de Café Tacvba. Por otro lado, puedo decir que la gente sobrevalora los festivales grandes. Creo que está chévere tocar en Coachella o en Glastonbury, pero al final nos ponen en escenarios superchiquitos y nadie nos ve. En Lollapalooza [Chile] nos fue súper, tocamos de día, pero estuvo increíble. No necesariamente por ser un festival grande está bueno o por ser un festival chiquito está malo, cada toque tiene su energía y su encanto. Nos hemos llevado sorpresas muy buenas de festivales pequeños.

¿Cómo cuál?

Hay un festival en un parque natural de Morelos, México, en el que hacen una mezcla entre algo muy cool y algo muy espiritual. Hacen rituales, meten música indígena mexicana. Ellos crean un mundo irreal. Ahí oí a un chico llamado Caloncho que me encantó y que es uno de mis músicos favoritos en este momento.

¿Cómo conoció a Jorge Drexler, con quien grabó una canción?

Él fue a un concierto nuestro en Madrid y le gustó mucho la banda. Luego nos conocimos en Ecuador en un evento en que tanto él como nosotros tocamos. Hablamos, nos hicimos amigos, yo me hice también muy amiga de su productor. Nació una relación chévere.

¿Cómo maneja la fama?

Yo no sé nada de eso. Cada vez estoy más lejos de la fama. Además, la naturaleza de nuestra banda no es la de una banda pop, nuestros fans no son los que gritan. Somos low profile, no salimos mucho en revistas ni cosas así. No somos faranduleros. A mí me encanta estar en mi casa, aunque claro que a veces me voy de fiesta y toda la película. Pero, en general, mientras menos figuremos, mejor.

Se está mudando a Nueva York, ¿está buscando ese anonimato?

Antes estuve viviendo un tiempo en Puerto Colombia. Me voy buscando otras cosas, no necesariamente el anonimato. Acá me conocen, pero yo puedo andar por la calle tranquila. Me siento una mujer muy afortunada porque puedo viajar por el mundo, vivir de lo que me gusta, ir a todo lado y a la vez puedo sentarme en un cafecito sin que la gente me reconozca.

¿Es religiosa?

Durante un tiempo me alejé un poco de la religión, pero la vida me ha hecho volver a ella. Siempre he creído mucho en Dios, pero ahora tengo un proceso espiritual muy intenso.

¿Desde cuándo?

Llevaba algunos años haciendo yoga, meditación y estaba en un proceso de desintoxicación, pero de unos cuatro meses para acá, cuando murió mi novio, ha sido mucho más fuerte. Y gracias a todo eso, estoy muy bien.

Se le ve muy bien, feliz.

Fue tenaz y todo, fue muy triste. Y había días muy duros, pero yo pensaba que no me quería quedar ahí, que debía seguir adelante. Y no me quedé tirada en la cama ni un segundo.

¿Alguien la ayudó?

Cuando sucedió estaba en Nueva York. Justo acababa de llegar y estaba conmigo mi amigo, que es mi maestro espiritual. Él me ha ayudado todo el tiempo. Él me salvó.

¿Cómo sucedió todo?

Alexis se suicidó el día en que yo me fui de gira a Nueva York, pero me enteré dos días después. Él estaba en Puerto Colombia, en nuestra casa.

¿Quién lo encontró?

Un amigo. Le insistí que fuera a la casa porque Alexis no aparecía. Yo sentía algo malo, no podía dormir. Cuando me despedí de Alexis, sentí algo raro, como si no lo fuera a volver a ver. Tal vez yo en el fondo sabía, pero no quería saber.

¿Qué hizo usted?

El primer día estuve en shock, pero intenté hacer cosas todo el tiempo, moverme, salir a la calle. Hice de todo para no pensar. Al otro día me devolví para enterrarlo. Llamé a las personas que me parecían claves: a mi papá, a Simón. La banda y la oficina con la que trabajo me facilitaron todo, cancelaron los conciertos, me apoyaron muchísimo. Había que llamar al papá, porque Alexis era francés, hacer los papeles del consulado. Ellos me hicieron todo más fácil. Cuando volví a Colombia, la realidad fue muy fuerte, sobre todo por recibir a su papá.

¿Ha vuelto a esa casa?

No, creo que debo volver, pero en esos momentos no quise.

¿Cree que se hubiera podido detener el suicidio?

Lo único que puede salvar a alguien es la fortaleza espiritual. El destino de nadie es el suicidio. A mí me han dicho que el que se va a suicidar, se suicida. Y puede ser. Pero creo que si uno decide salvarse, se salva. Lo juro. Si uno decide salvarse, Dios interviene y echa la mano.

¿Cuánto llevaba con Alexis?

Menos de un año. Nos conocimos en un bar de Londres. Nos enamoramos y se vino a vivir conmigo a Puerto Colombia. Él era menor que yo cinco años. Acababa de cumplir 30 cuando murió.

¿Sabía que estaba mal? ¿Él había dicho algo?

Mi novio era casi un genio, pero estaba mal, estaba deprimido todo el tiempo. Era una persona que no creía en nada. Yo estaba cansada, porque tener una relación con una persona así es tenaz. Ya veníamos hablando de que él se iba a ir, pero no me imaginé que fuera a hacer algo así. El problema es que cuando uno está en una depresión, ve una realidad distinta. Y en ese tipo de episodios uno oye voces terribles que le dicen “mátate”, “eres horrible”, “eres lo peor”. Él era una persona que venía con problemas desde chiquito, además estaba fumando marihuana en esos días y, si uno no está bien, la marihuana lleva a ver demonios.

¿Alguna vez usted pensó en el suicidio?

Yo creo que todo el mundo ha pasado por eso. En mi caso, soy muy rebelde y también tuve cuadros de depresión, pero logré superarlos. La música me ayudó un montón. Por eso a mí no me preocupa la fama. Después de la muerte, del suicidio, estoy en otro plano. Esas cosas ya no tienen ningún sentido. Después de lo que le pasó a Alexis, la muerte para mí es otra cosa, tengo otro mensaje.

¿Se sintió culpable?

Uno tiene que saber que uno no es responsable ciento por ciento de todo lo que pasa alrededor. En ese momento me aislé un poco, cerré todas mis cuentas de redes sociales e Internet y mantuve alejada a la prensa. Las pocas veces que entré a Internet fue para leer sobre el suicidio. Ahí encontré el artículo de un psiquiatra que asegura que sí hay solución. Él decía que cuando alguien habla de suicidio hay que prestarle muchísima atención. En ese momento yo no lo sabía y me sentía cansada. Tal vez debí haberlo hecho porque yo era la persona que estaba con él, pero la decisión la tomó obviamente él.

¿En algún momento la familia de él la culpó por lo que pasó?

No, porque Alexis en medio de todo fue muy feliz conmigo. Viajábamos permanentemente y él siempre ponía fotos en su Facebook y se veía feliz. Él era un chef muy bueno y teníamos un restaurante [Home Burger], le iba muy bien. Creo que los papás estaban felices de que estuviera conmigo. Cuando el papá vino al entierro, vio quién era yo, que venía de una familia unida, que tenía amigos y que habíamos querido mucho a su hijo.

¿Ha conocido a alguien desde entonces?

No. He conocido muchos chicos y he salido con varios, porque mi trabajo me permite conocer mucha gente. Hay algunos que me han gustado, pero creo que no es el momento. No puedo.

Por ahora, ¿seguirá viajando?

Soy nómada. Viví en Córdoba, en Nueva York, no tengo problema en mudarme y experimentar. Ahora otra vez vuelvo a Nueva York. Quiero hacer cosas más artísticas de pintura y performance para que la cabeza se me vuelva otra vez a donde debe estar. No quiero ser solo la cantante de una banda, quiero pensar en mí como persona y artista. También quisiera tener una casita en Taganga.

¿Qué es “La puntica no más”?

Mi comparsa, con unos amigos creamos un grupo de baile desde hace como 15 años. Cada año, para carnavales, nos reunimos y nos inventamos algún concepto, como el pechiche cósmico y cosas así que se nos ocurren.





Dijo que está en un proceso de desintoxicación. ¿Cómo es su relación con las drogas y el trago?

Siempre he sido cero adictiva. La gente jura que soy marihuanera, drogadicta, pero nada más alejado de la realidad. La verdad es que consumí muy pocas drogas en mi vida y en muy pocas cantidades porque no las necesito. Me cae mal el alcohol. Creo que a nadie le cae bien. En uno de mis experimentos estuve un tiempo en Alcohólicos Anónimos, no porque fuera alcohólica, sino porque me gustaba ir a esos grupos para ver qué pasaba. Yo soy loca, sí, pero no de las que se drogan.

¿Cuál es su locura?

Mi vida es bastante inusual desde que canto. Vivir esto es ya un poco loco, estar en países diferentes todo el tiempo. Siempre me estoy yendo, siempre estoy despidiéndome. Y pues tengo mis cosas, como poner velas antes de los conciertos y otro montón de rituales.

¿Le tiene miedo a la muerte?

Cada vez menos.

¿A qué le tiene miedo?

A cómo morirme, a que vaya a sufrir. Ojalá que no me toque morir ahogada o quemada o de una enfermedad terrible, aunque sé que incluso las enfermedades son para evolucionar.

¿Qué le saca la piedra?

Ahora soy tan diferente, sobre todo en esas cosas. Antes me daba rabia que se burlaran de mí, pero ahora casi nada. No puedo estar brava, no puedo emputarme. Después de haber vivido un dolor tan grande, es muy difícil que algo más me afecte.

¿Llora?

Mucho. Creo que llorar es sagrado porque llorar es como reír. Llorar limpia el alma. Cuando uno llora bota un montón de cosas. Yo tengo un ritual desde chiquita, cuando voy al mar intento llorar.

¿Qué hacía antes de cantar?

Era muy artista. Me gustaba pintar, hacer cosas con las manos. Tenía una microempresa y vendía vestidos de baño. Me dedicaba al diseño de modas y me iba bien.

¿Siempre ha tenido ese estilo?

Desde chiquita fui rara para vestirme. Me acuerdo que siempre me vestía como un arcoíris. La gente se acuerda de mí por mis pintas. Me gusta ser colorida, tropical. La ropa para mí dice mucho de la personalidad, es como un performance.

¿Cómo es la relación con su familia?

Muy linda. Yo vengo de una familia grande y muy unida. Como vivía en Santa Marta, a nuestra casa llegaban los primos para pasar vacaciones. Pero también fui una niña un poco incomprendida. A mí me gustaba lo diferente, lo que resultaba raro para la gente, otro tipo de música. Mi mamá decía que me encantaba andar con cachacos porque los cachacos sí escuchaban rock y cosas más alternativas. En Santa Marta solo se oía vallenato y yo ya estaba aburrida.

¿Dónde estudió?

Hice el colegio en Santa Marta y la universidad en Barranquilla. Me fui a Barranquilla en contra de mi voluntad, pero allá me fascinó. En poco tiempo ya tenía amigos y novio y me quedé. Después viajé a Bogotá para terminar la carrera de Publicidad en el Politécnico Grancolombiano. Mi sueño en realidad era viajar, pero para mí era muy difícil, porque yo no tenía plata, mis papás no tenían plata y tampoco ganaba becas. Pero justo la vida me premió. Un día resulté cantando y eso me permitió viajar.

¿Cómo le iba en el colegio?

Soy capricornio, loca, cabra. Siempre he hecho lo que he querido. Cuando chiquita fui necia, pasé por cinco colegios. Era desordenada, vaga, desaplicada. Pero también era muy artística: a mí me gustaba bailar, hacer obras de arte, practicar ciclocrós. Me gustaban los deportes de hombre y peleaba con mi mamá por eso.

¿Cómo ve a Bomba Estéreo? ¿Qué viene?

Estamos llegando a unos niveles bonitos, tranquilos, espirituales. Ya Simón tiene su hijo, yo pronto quiero también tener familia. Y creo que vamos por buen camino. Acabamos de firmar con Sony y fue algo chévere porque no nos quieren cambiar.

¿Cómo es la relación dentro de la banda?

Nos llevamos muy bien. Pero como compartimos tanto tiempo tenemos muchos roces. Es como una relación de hermanos. Pero creo que estamos entrando a una etapa muy bonita.

Y usted, ¿cómo se ve en el futuro?

Tengo ahora como una energía sanadora. Después de lo de Alexis he tenido la oportunidad de hablar con mucha gente que cree que su vida es lo peor y he podido ayudarla. Yo me imagino que voy a terminar en algún lugar meditando y cantando con gente que tiene enfermedades, ayudando.

¿Qué es lo más importante en su vida?

La familia y el amor. Solo el amor sin límites puede salvarme.

Fuente: El Tiempo

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