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domingo, 24 de agosto de 2014

Santa Marta estrena velero de investigación marina



Francisco Ospina de Armas ha estado toda su vida ligado al mar, es casi una extensión inamovible de su existencia que ha permanecido con él desde los primeros años de su infancia, cuando su padre, el inolvidable capitán, ambientalista e investigador Francisco Ospina Navia, lo llevaba a navegar y conocer los misterios que encierran las aguas del Caribe.

Esa entrega a los temas marítimos lo ha llevado a emprender expediciones. Por mencionar algunas, en 1992 hizo un recorrido en una pequeña embarcación durante tres meses desde Sevilla (España) hasta Santa Marta, en la cual tuvo serios problemas luego de su paso por el río Guadalquivir cuando perdió el mástil y el timón debido a una tormenta tropical. Para sobrevivir tuvo que ingerir pescado crudo durante varios días. Antes había adelantado otra buscando delfines rosados en el Amazonas y recientemente ha vuelto de una travesía que lo llevó a visitar más de 25 países durante tres años de recorrido por el mundo.

El apellido Ospina ha estado ligado al mundo marítimo no solamente de Santa Marta sino en toda Colombia. A lo largo de varias décadas su padre, el capitán Ospina Navia, tuvo al servicio del público el acuario de El Rodadero, un espacio donde no solamente se pueden apreciar gran variedad de especies, sino también realizar trabajos de investigación académica que aportan luces fundamentales sobre la realidad oceanográfica y de las especies que habitan en el litoral caribe.

También emprendió el proyecto de recorrer Suramérica a través de sus ríos, junto a sus amigos Fernando y Ricardo Cano. La ruta comenzó en Barranquilla, por las aguas del Magdalena. Al pasar por el caño Casiquiare vieron las casas de los indígenas decoradas con flores y ausentes de propietarios, pues los meses que el canal es alimentado por las aguas del Amazonas, y no del Orinoco, presenta algunas cantidades de azufre, lo cual lleva a los indígenas a moverse de sus viviendas durante unas semanas. La travesía duró ocho meses, luego de llegar a Buenos Aires y al río de La Plata, desde donde viajaron a la Patagonia para luego regresar a Colombia.

Sentarse a hablar con Ospina es un deleite. Conoce como pocos los arcanos del mar y la navegación. Consciente de esos conocimientos, viendo la necesidad de formar a la población samaria y de todo el país sobre las ventajas de la singladura y con el ánimo de concientizar sobre el cuidado del medio ambiente, ha decidido emprender un proyecto llamado “Caminante del Viento 3”.

Esta nueva empresa tiene como objetivo la enseñanza de algunos cursos en el velero La Tortuga, una embarcación alemana con capacidad de almacenamiento para 280 galones de agua dulce, mástil de madera y casco color nieve. El capitán Ospina lo ha puesto al servicio de quienes busquen explorar un poco el maravilloso mundo de la navegación. En él se realizan excursiones de buceo, eventos de turismo corporativo y familiar, y, por supuesto, de investigación ambiental que se suma a la información que su propietario ha venido reuniendo a lo largo de varios años sobre la realidad de los ecosistemas marinos de nuestra región y de varias zonas del mundo en general.

Uno de los servicios con que cuenta este velero es la llamada Semana Azul, un espacio dirigido a los jóvenes en el cual también hay clases de buceo, avistamiento marino y la proyección de videos de investigaciones y documentales relacionados con la fauna marina y especialmente la conservación de algunas especies en vía de extinción, todo ligado a actividades como el surf y el canotaje.

Otra de las opciones que ofrece el velero es el circuito de vela Caribe, un recorrido que parte desde Santa Marta, llega a Panamá y luego a Providencia. La embarcación también se vinculará a alguna institución de educación superior que adelante estudios sobre el mar, incentivando y ayudando a los alumnos a fortalecer sus conocimientos marítimos.

El velero La Tortuga resulta ser una opción bastante atractiva, no solamente para admirar las maravillas que ofrecen las costas del Caribe colombiano y deleitarse con su belleza, sino también para adquirir conocimiento en medio de una relación amigable con el ambiente, generando conciencia sobre los deberes de conservación y cuidado que tenemos con las especies marinas y sus ecosistemas en general.

Vale la pena comprobar la certeza de deleitarse con las maravillas del Caribe. Hace tiempo, el compositor Osvaldo Farrés había demostrado esta realidad excelsa al decir que “en el mar la vida es más sabrosa”. Tanto más si se va como caminantes del viento a bordo del velero La Tortuga.
 
Fuente: El Espectador

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