Piedra de Donama |
La Sierra Nevada de Santa Marta, es un macizo montañoso inmenso (aproximadamente 17.000 kilómetros cuadrados). Las cimas Colón y Bolívar (ambas a 5775 metros sobre el nivel del mar), son las más altas de Colombia y también las más altas del mundo cercanas al mar (no más de 42 kilómetros en línea recta).
En esta enorme área protegida, en la cual hay unos 40 valles diferentes, con ríos de diverso caudal y longitud, vivió, hasta 1600, el pueblo de los Tayrona, que hablaba una lengua parecida al Chibcha, como los Muiscas del altiplano cundiboyacense.
Estos indígenas vivían en cuatro centros principales: Bonda y Chairama (hoy Pueblito), cerca a la costa, Pocigueica y Teyuna (hoy Ciudad Perdida), al interior de la Sierra Nevada. Su economía estaba basada en la agricultura, la cual se practicaba en las empinadas colinas de sus tierras.
La piedra angular de su cultura eran los cultivos de coca, cuyas hojas se trituraban y se masticaban continuamente. Los Tayronas utilizaban un instrumento, llamado poporo, en el cual mezclaban baba de babosa y una piedra calcárea. Se metían la combinación obtenida en la boca, juntándola con las hojas de coca. El bolo resultante los mantenía en un constante estado de ebriedad, quitándoles el hambre y dándoles más fuerza.
Los jefes espirituales de la comunidad, llamados Mamas, tenían el poder absoluto sobre los pueblos, y la gente les temía porque creían que estaban dotados de facultades sobrenaturales.
Las tropas españolas que desembarcaron en la Sierra Nevada en 1525 bajo el mando de Rodrigo de Bastidas, sin interesarse en su cultura y sin respetar sus tradiciones seculares, empezaron a ambicionar sus joyas. En un principio, los autóctonos, que utilizaban el metal amarillo sólo como adorno, entregaron sus creaciones a los extranjeros. Pero cuando los invasores se volvieron insistentes, amenazando a las comunidades locales, exigiendo todo su oro y queriendo saber dónde estaban las minas, los Tayronas comenzaron a cambiar de actitud, buscando la manera de alejarse de los agresores y defendiéndose de ataques cada vez más frecuentes.
En los años sucesivos a la fundación de la ciudad de Santa Marta, hubo varias batallas y muchos nativos fueron diezmados, tanto por las armas de fuego como por las enfermedades traídas del viejo continente. Algunos Tayronas se refugiaron en las áreas más elevadas de la Sierra Nevada, como la ciudad de Teyuna, y lograron, de esta manera, sobrevivir en el curso de los siglos posteriores.
En la actualidad, en la Sierra Nevada de Santa Marta viven los descendientes de estas culturas, los Kogui, y el pueblo de los Ika o Aruhako.
El sitio arqueológico definitivamente más importante de la Sierra Nevada es la Ciudad Perdida de los Tayrona o Teyuna, la cual fue descubierta sólo en 1975. Se trata de un conjunto de terraplenes delimitados por muros de contención donde estaban ubicadas las cabañas, usadas no sólo como casas sino también como recintos ceremoniales.
Los Tayronas tenían una relación muy particular con la naturaleza, ya que el respeto por la Madre Tierra era total. Aún hoy, los Kogui y los Ika tienen un estilo de vida muy particular, puesto que se niegan a utilizar la electricidad o cualquier otro instrumento moderno, con excepción de las botas de caucho, usadas para evitar mordeduras de serpientes. Su filosofía se basa en el respeto de la naturaleza y en la convicción de que la Sierra Nevada, a la cual ellos consideran el centro del mundo, sirve de “termómetro”, para enterarse de la situación general del planeta. Si la Sierra Nevada sufre, o bien, a modo de ejemplo, si algunos árboles se enferman o el nivel del agua de los ríos desciende de manera extraña, significa que el mundo entero está sufriendo y que ocurrirán otros desastres ambientales inexorablemente.
En efecto, después de haber pasado algunos días con los Kogui, como lo hice en el 2006 y en el 2008, me di cuenta de que esta gente parece haber entendido antes y mucho mejor que nosotros los “civilizados”, que la Tierra no puede proporcionar recursos ilimitados. Los Kogui y los Ika, cuyo impacto ambiental es nulo, pueden enseñarnos mucho, sobre todo considerando que la población mundial continúa creciendo y que el consumo de electricidad y de recursos no renovables es cada vez más alto, en una carrera hacia el progreso que no tiene sentido.
La cultura de los antiguos Tayronas es, en ciertos aspectos, todavía un enigma. Sólo a través del estudio de algunos petroglifos y pinturas rupestres podemos tratar de interpretar su compleja cosmogonía y su concepción de vida.
El culto a la fertilidad era el cimiento de la cosmogonía tayrona. Había una multitud de Dioses, entre los cuales reinaba Kaka Serangua, el Creador Supremo. Luego estaban el Dios de las serpientes, representante del inframundo (el diablo en la simbología católica), que se llamaba Jaijavé, el Dios de los peces, llamado Nyìueldue y muchos otros más.
Para los Tayronas, la Madre Tierra tenía un significado profundo, pues se supone que de ella deriva toda la especie humana. Se representaba en estatuillas de terracota como una mujer corpulenta y fuerte, y mientras que los jóvenes la consideraban sabia, para los ancianos era joven y fértil.
En uno de los valles de la Sierra Nevada se encuentra un imponente petroglifo llamado Piedra de Donama. Es una roca enorme, de aproximadamente cuatro metros de diámetro y tres de altura, de forma ovalada, en la cual están esculpidos extraños signos aparentemente abstractos, que se confunden los unos con los otros. En otras rocas cercanas hay algunos símbolos de aves, animales que representan el cielo, por lo que son sinónimo de cercanía al Sol, el Creador, el mundo que viene, o bien, el del futuro.
Sin embargo, los signos en la piedra son un misterio, ya que nadie conoce realmente su significado y los mismos Kogui, descendientes directos de los Tayronas, no saben o no quieren revelar el código que está escondido allí.
En mi opinión, la piedra de Donama podría ser la representación de un cerebro humano, y con esto los Tayrona tal vez quisieron decir que el cerebro del hombre es capaz de hacer cosas extraordinarias y maravillosas. De hecho, el cerebro, en la cultura Tayrona y hoy en la cultura Kogui, tiene un gran significado. Es considerado como la sede de la fuerza y la fertilidad y se tiene gran respeto al alcance de su poder.
Según las creencias actuales, los Mamas, jefes espirituales de los Kogui, son capaces de influir telepáticamente a los líderes del mundo, con el fin de guiarlos hacia una profunda y mayor consciencia ambiental.
Según algunos investigadores, los signos grabados en la roca son un código cifrado, una especie de Piedra de Rosetta de la civilización Tayrona, con la cual se fundamentaba el respeto a la naturaleza y la convivencia pacífica del hombre con sus semejantes, en total armonía con la Madre Tierra. Este orden fue destruido por la llegada del hombre blanco hace aproximadamente 500 años y aún no se ha restablecido, incluso parece que hoy en día el hombre se está arrastrando cada vez más hacia la barbarie.
YURI LEVERATTO